Stocking comienza describiendo el
modo de vida de los tasmanios. Su forma material de cultura era
simple, con pocos elementos. Sus viviendas eran refugios
transitorios. Al ser el clima templado, no requerían más abrigo que
cubrirse en grasa y carbón. Viven de la caza, mariscada y
recolección de productos vegetales en una isla densamente forestada.
Nunca sumaron más que unos pocos miles de personas, divididos en
grupos dialectales y subgrupos acéfalos, que están en guerras
frecuentes pero relativamente benignas. Sobrevivieron en una
adaptación estable por muchos siglos hasta que se quebró su
aislamiento por su primer encuentro con los europeos en 1772. Las
primeras relaciones fueron amistosas. Los europeos los consideran
como “buen salvaje”, pero esto cambio al año siguiente, con los
49 colonizadores enviados, que consistían en 24 convictos, soldados,
un supervisor, gobernador militar, cirujano, y algunos colonos
libres.
El orden social fue precario
entre la población blanca intrusa. Comenzó a haber conflictos entre
los colonos y tasmanios. Al principio los tasmanios resisten poco,
pero a partir de 1820, cuando crece el número de colonos, la
difusión de la agricultura y pastoreo ejerció una presión mortal
sobre los territorios de caza tribales. Los tasmanios debieron
socorrerse con provisiones de los colonos y esto empeoro las
relaciones. Gradualmente, el gobierno tomo una política más activa.
En esta época los colonos tienen intereses económicos, por lo que
en 1828 el gobernador trata de trasladar a los tasmanios a otra zona.
La solución final fue la de la religión. Un colono comenzó a
convertir a los nativos. La forma de civilizar a los salvajes fue
involucrarlos en el nexo del dinero, al pagarles por su trabajo y
ponerle un precio a todo.
Aunque los consideraban como un
vínculo entre la especie humana y las salvajes, los tasmanios habían
demostrado una precocidad de intelecto que sobrepasaba el grado de l
mayoría de los europeos de Tasmania. Un inconveniente para el éxito
de la empresa que era la muerte de los tasmanios a pesar de las
ventajas de la vida civilizada. Los tasmanios desaparecieron en el
espacio de algunas breves décadas de colonialismo europeo, dejando
pocos rastros en el registro etnográfico. Sin embargo, los relatos
de los exploradores, los artefactos y huesos de los nativos proveen
de un soporte material a las inquietudes antropológicas
contemporáneas.
Al estudiar las herramientas de
los tasmanios, Tylor concluye que usaban habitualmente implementos de
piedra, siendo los representantes vivos de la temprana Edad de
Piedra. En ellos, el hombre paleolítico deja de ser una criatura de
la abstracción filosófica para devenir en una realidad conocida.
En la cosmovisión evolucionista
de la antropología victoriana, la ecuación paleolítica comprometió
de manera fundamental la comprensión de la unidad humana. Tylor vio
esta ecuación como desbaratando la separación entre el hombre del
Drift y el resto de las especies humanas, pero si esto acerco a los
hombres del Drift , la ecuación paleolítica produjo lo opuesto en
relación con los tasmanios. Dejados atrás en el tiempo por los
ancestros de los europeos, habían sobrevivido a su época en muchos
miles de años. Cuando los dos extremos de la escala de tiempo
cultural fueron puestos en contacto, la extinción fue simplemente
una cuestión de rectificar la escala y colocar a los tasmanios de
vuelta en el mundo muerto de la prehistoria a la cual pertenecían.
La ecuación paleolítica no solo ayudo a distanciar el horror de la
extinción Tasmania; pareció también estampar el sello de la
ciencia antropológica sobre su destino.
La “extinción” de los
tasmanios es problemática en el contexto actual. Europeos y
aborígenes tasmanios dejaron una numerosa progenie.
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