PVM - GÓMEZ, Diana y DIEZ, Fernando La domesticación del fuego durante el Pleistoceno inferior y medio. Estado de la cuestión 2009
GÓMEZ, Diana y DIEZ, Fernando
La domesticación del fuego
durante el Pleistoceno inferior y medio. Estado de la cuestión
2009
Resumen: El uso controlado del
fuego constituye uno de los avances tecnológicos de mayor
importancia en la evolución humana. La constatación de este
importantísimo es un asunto complejo, porque no siempre es posible
establecer la relación existente entre la presencia del fuego y su
control antrópico. A pesar de ello, en el RA africano y europeo hay
evidencias de combustión que sirven para constatar la progresiva
familiarización de los grupos paleolíticos con este recurso a lo
largo del Pleistoceno inferior y medio.
1. Introducción. Las ventajas
adaptativas del uso del fuego
Ofrecía iluminación y calor,
daba protección y superioridad frente a los depredadores y
ahuyentaba a los insectos. Anteriormente a su descubrimiento nuestros
antepasados vivían condicionados por la secuencia de la luz solar y
toda actividad cesaba al caer la noche. La domesticación del fuego
permitió modificar los ritmos de vida naturales y por tanto, con la
llegada del ocaso, era ya posible trabajar y relacionarse. Incluso,
el conocimiento del fuego facilitó la introducción de aquellos
hombres en la profundidad de las cavernas.
Aportó una modificación en la
dieta. Basada en vegetales, fue cambiando a una dieta carnívora.
Este paso fue necesario a la hora de sobrevivir en áreas donde no
había suficientes recursos vegetales de calidad, como las sabanas y
estepas. Todo ello trajo como consecuencia un cambio en las
relaciones de los homínidos con el medio ambiente. Además, la
cocción de los alimentos permitió aumentar la facilidad de
digestión de las fibras vegetales y proteínas animales, modificó
su composición y valor nutritivo, permitió ablandar la grasa de las
carnes y reducir los riesgos de los gérmenes.
El fuego también fue un agente
de primera magnitud a la hora de cohesionar un grupo. Alrededor de él
se intercambiaban ideas y se transmitían conocimientos. Se
desarrolló una nueva estructuración del espacio doméstico
El hombre usó el fuego para
modificar las características mecánicas de ciertos materiales como
el sílex, la madera, el hueso y la piel. Gracias a dichas ventajas,
los humanos contaron con una herramienta imprescindible para su
expansión fuera de África y hacia las regiones norteñas, donde
existían temperaturas perceptivamente más frías y con un marcado
carácter estacional.
2. ¿Producción o conservación
del fuego durante el Pleistoceno inferior y medio?
Distinción entre «uso» y
«control» del fuego y entre «invención» y «descubrimiento».
Según la RAE:
- uso= «utilización de algo
como instrumento para un fin». El término utilizar se refiere «a
algo, emplearlo, usarlo o aprovecharse de ello».
- control= «dominio o mando
ejercidos sobre algo». Hay una abundante literatura consagrada a la
domesticación del fuego y muchos distinguen 3 estadios:
1. Temor al fuego. Posiblemente
lo considerase peligroso.
2. Comprensión de ventajas.
Poder de obtener y mantenerlo, pero no de producción o control.
3. Productor.
Frazer (1986: 187) distingue tres
edades que se corresponden con tres fases culturales: la edad sin
fuego, la edad del uso del fuego y la edad del encendido del fuego.
Tendencia hacia evolucionismo.
También investigaciones más
modernas establecen que es más que posible que los homínidos,
durante largo tiempo, sólo fuesen capaces de mantener y usar el
fuego antes de tener la capacidad para producirlo: 2 hechos
arqueológicos ppales. 1- no existen vestigios que puedan ser
atribuibles a un modo de producción antes del Paleolítico superior.
Además, durante las fases tempranas del Paleolítico, los restos
relacionados con la acción del fuego son relativamente esporádicos
(pruebas insuficientes).
3. Medios disponibles en la
naturaleza para la obtención del fuego
Es necesario averiguar la
relación entre los 1ros humanos y los incendios forestales ya que,
supuestamente, muchas conjeturas acerca de la adquisición del fuego
tienen como protagonista a las quemas naturales.
En la época del primer gran
punto álgido de la Edad de Hielo, la sabana permanecía seca durante
meses. Un relámpago bastaba para provocar un incendio (Reichholf,
1994). Y las montañas que las rodeaban provocaban la aparición de
tormentas. Tan sólo en las grandes
Bajo este paisaje, el autor narra
cómo un grupo de hombres primitivos descubre el cadáver de un
animal que acaba de morir. En ese instante un incendio se acerca a
toda velocidad. El cadáver se ha «asado», pero a pesar de ello,
los homínidos tienen hambre y se disponen a comerlo. Cuando pasan
los días la carne se conserva bien. Es posible que la primera vez no
saquen conclusiones, pero los hombres tuvieron tiempo para aprender
del fuego y adaptarse a él.
Los incendios naturales están
presentes desde siempre, pero la frecuencia es aleatoria.
¿Cuáles son las causas del
origen del fuego en la naturaleza? Hay varios modos: fricción de 2
ramas de árboles, percusión de 2 cantos al producirse una caída de
piedras, erupciones volcánicas, combustión espontánea de carbón,
percusión de esquisto, oxidación rápida de la pirita, de gas y de
hulla, fermentación de materia vegetal en descomposición puede
producir ciertos gases (fosfuro de hidrógeno o metano) que pueden
provocar incendios. Pero, son los rayos la causa principal y más
importante de estos fuegos espontáneos, que dependen de la
naturaleza de la vegetación y su estado de sequedad.
Aunque hay múltiples maneras de
provocar fuego, éste queda ceñido a zonas geográficas específicas
y por tanto los incendios naturales paleolíticos, según Perlés
(1977), no debieron ser muy abundantes. Además, hay que tener en
cuenta la escasa densidad demográfica del Paleolítico antiguo y la
baja probabilidad de que un grupo encontrase y desease obtener fuego.
Sólo hay dos maneras de que el
hombre primitivo pudiese acceder al fuego, conservándolo o
produciéndolo. Perlés (1977) plantea 2 visiones del proceso de
adquisición del fuego:
1. Producción inmediata del
fuego: ante la dificultad de procurarse fuego por incendios
forestales, el hombre habría buscado la producción del mismo desde
que comenzó a usarlo.
2. Mantenimiento del fuego: desde
que el hombre conoció el fuego hasta que fue capaz de producirlo,
pasó una larga etapa de experiencias.
¿Estas etapas son
contradictorias? ¿No pudieron existir grupos que conocieran su
producción y otros que no? Esta autora señala que el paso más
importante fue el de la no utilización del fuego a la utilización
del mismo y no el de su uso a su producción. Porque el primer cambio
supuso un progreso psíquico, no técnico, y su conservación no es
menos difícil que su producción. El homínido empieza a
revolucionar su mente una vez que sabe que el fuego es útil.
Mientras que el segundo cambio se trata más bien de un avance
puramente tecnológico.
No podemos decir que los primeros
humanos inventaran el fuego ya que éste se encuentra presente en la
naturaleza. Desde nuestro punto de vista, consideramos que sí
podemos utilizar el término «descubrimiento» porque, a pesar de
que los homínidos conocían el fuego, fue el descubrir sus ventajas
lo que produjo ese cambio psicológico anteriormente mencionado.
4. Estado de la cuestión
Sobre los ppales yacimientos,
africanos y euroasiáticos, en los que hay estructuras de combustión.
El fuego durante el
Pleistoceno inferior
África
Es muy complejo (la conservación
de restos de combustión es difícil en clima seco de la sabana
africana, situados al aire libre + difícil es averiguar hasta qué
punto dichas huellas son fruto de la manipulación del hombre o de
procesos naturales).
Es frecuente que en la sabana se
ocasionen incendios cerca de las áreas frecuentadas por los
humanos.Esta es quizá la explicación que se podría dar en varios
yacimientos, como en el caso de los dos que hay en el valle medio del
río Awash (Etiopía), Bodo A4 y HAR A3. En ambos se han documentado
arcillas rubefactadas de 40-80 cm de diámetro, en cuya vecindad se
localizaban diversos artefactos líticos y un cráneo de Homo
ergaster (BOD-VP-1/1). En un principio, Clark y Harris (1985)
atribuyeron estas manchas a la quema intencionada de tocones de
madera. Posteriormente, James (1989: 3) citó varios inconvenientes a
la hora de atribuir dichos clastos a la actividad humana: la
asociación de artefactos y las concentraciones de las rubefacciones
quemadas es probablemente fortuita, ninguno de los restos faunísticos
ha sido quemado y muchos de estos yacimientos con presencia de restos
de homínidos no están en asociación directa con los clastos
cocidos. Otros yacimientos con constatación antigua de fuego son
Chesowanja y Koobi Fora (ambos en Kenia).
Bellomo (1994) ha
revisado los complejos yacimientos de FxJj 20M y
20E en Koobi Fora,
los cuales proporcionaron sendas estructuras sedimentarias,
inferiores al metrode diámetro, fuertemente oxidadas. Para su
análisis Bellomo desarrollo un corpus metodológico para
poder determinar si los restos eran debidos a causas naturales o a
actividades humanas.
Puesto que el uso del fuego
confirió a los homínidos una serie de ventajas asociadas a diversas
actividades, Bellomo (1994: 174-175) establece tres tipos de fuego
que servían para acciones diferentes:
Este autor también utilizó
cuatro tipos de estudios espaciales: el análisis del vecino más
próximo, el análisis de las distribuciones de puntos, el análisis
de la densidad local de artefactos y el análisis de la distribución
agrupada de artefactos, para determinar si la repartición espacial
de los materiales se debía a procesos post-deposicionales o
antrópicos. La combinación de los diferentes análisis sugirió que
la zona en donde tenía lugar la manufactura lítica y las diversas
actividades estaba situada en inmediata vecindad con las áreas
rojizas y las zonas periféricas del yacimiento, en proximidad
también con las manchas rojizas. Así pues, Bellomo concluye que,
según este agrupamiento espacial de los artefactos líticos, las
hogueras fueron el foco central de la vida social, donde tenía lugar
la producción y mantenimiento de los útiles de piedra y la
consumición de comida.
Su detallada analítica
(magnetización mineralógica y alteraciones morfológicas), tanto en
contextos arqueológicos como actuales, reveló que los fuegos
intencionados alcanzan unas temperaturas que oscilan entre los 600º
C en su inicio hasta los 400º C en las primeras horas de combustión
y que éstos producen la rubefacción del sedimento hasta varios
centímetros de profundidad. Por el contrario, los incendios
naturales (tanto de árboles como de pastos) no superan la cota de
los 250º C y no generan alteraciones sedimentarias de importancia.
Así pues, concluyo que al menos una estructura, de combustión del
yacimiento FxJj 20M se debió indudablemente a la actuación
antrópica, mientras que las registradas en FxJj 20E (yacimiento mas
expuesto a las alteraciones postdeposicionales) no cumplían los
requisitos necesarios para aceptar tal supuesto.
Asia
El yacimiento de Yuanmou (China)
ofreció dos huesos oscuros, que en su momento se interpretaron como
quemados, y una importante cantidad de carbones. Las dataciones por
paleomagnetismo en este yacimiento han sido muy problemáticas, ya
que en un principio arrojaron una cronología de 1.7 Ma. Dataciones
más recientes han mostrado unas fechas de 600-500 Ka.
Otro caso semejante, lo
constituye el también yacimiento chino de Xihoudu. Se han
documentado huesos de venados, caballos y otros mamíferos, que
presentan coloraciones oscuras. El análisis de laboratorio certificó
que estaban quemados, con lo que varios investigadores pensaron que
eran el resultado del uso del fuego por los homínidos. La fauna es
de hace 1 Ma., pero los análisis de paleomagnetismo han dado 1.8 Ma.
(James, 1989: 6), fecha a todas luces exageradamente alta.
El fuego durante el
Pleistoceno medio
África
Para el Pleistoceno medio
encontramos algún testimonio más, aunque la mayoría no son muy
convincentes, como por ejemplo Cave of Hearths (Sudáfrica).
En cuanto al Miembro 7 de
Olorgesailie (Kenia), se documenta una pequeña depresión que se
podría interpretar como una estructura de combustión. Isaac y
Leakey sostienen que es más que probable que el origen de este
pequeño hoyo esté en causas naturales.
Se pueden citar otros muchos
ejemplos de yacimientos con testimonios inciertos de fuego -Kalambo
Falls (Zambia), Klasies River Mouth (Sudáfrica) y Montagu Cave
(Sudáfrica).
Sin embargo, no deja de resultar
significativo que de todos los yacimientos que hemos mencionado los
más antiguos son los que contienen los testimonios más seguros,
tales como Koobi Fora
Próximo Oriente
En el yacimiento israelí de
Gesher Benot Ya’aqov (Balter, 2004: 663-665; Goren-Inbar et al.
2004: 725-727), fechado en torno
a los 790 Ka., se han encontrado semillas, madera y sílex quemados,
que sugieren un control del fuego por parte de los homínidos desde
los inicios del Pleistoceno medio. De los tres tipos de rocas y
minerales que éstos usaron —sílex, basalto y caliza— el sílex
es el más abundante en las capas V5 y V6, mientras que en otras
áreas el basalto es el más común.
El sílex, desde los 350º C
hasta los 500º C, sufre multitud de alteraciones que se perciben a
simple vista. Ahora bien, ¿Hasta qué punto se trata de alteraciones
provocadas antrópicamente?
Los investigadores distinguen
tres tipos de fuego natural: el provocado por los volcanes, por la
turba y por las tormentas. La clase de fuego más probable en Gesher
Benot Ya’aqov es el inducido por los cambios meteorológicos. Es
muy fácil que el sílex se dañe en los incendios. Pero en el caso
de este yacimiento sólo un 2% del pedernal excavado presenta rasgos
de combustión, por lo que se ha desestimado que la termolateración
haya sido fruto de los incendios naturales. Además, la distribución
de los pequeños fragmentos de sílex quemados indica que la
combustión tuvo lugar en áreas determinadas que, posiblemente,
muestran la localización de las estructuras de combustión.
Por último, no deja de ser
curiosa la aparición de seis taxones de maderas y herbáceas
quemadas, de los cuales tres pertenecen a especies comestibles:
olivo, cebada y uva. A pesar de todo, los resultados no han sido aún
contrastados.
En otro yacimiento, Azikh
(Azerbaiyán), en un nivel atribuido al achelense antiguo se ha
reconocido una pequeña estructura de combustión contra la pared de
la gruta. Según Gusejnov, este nivel data del Mindel antiguo y es
inmediatamente posterior a la inversión magnética Matuyama/Bruhnes
(= 780 Ka.), con lo que, de confirmar estos datos, serían los restos
de la hoguera completa más antigua del mundo.
El yacimiento de la Cueva de
Qesem (Israel), situado a unos 12 Km. al Este de Tel-Aviv sobre un
promontorio calizo, ha sacado a la luz un depósito de unos 7,5 m con
restos antrópicos. Se han realizado dataciones de los espeleotemas a
través de 230Th/234U, indicando un comienzo de las ocupaciones
alrededor de 380 Ka. y un final que llegó sobre los 200 Ka (Karkanas
et al. 2007: 198).
Los investigadores distinguen dos
secuencias, la inferior y la superior. En la primera parte citada se
han localizado varias capas con restos quemados. En dicha secuencia,
la unidad inferior posee pequeñas lentes que representan pequeñas
hogueras aisladas (QCB-2, QCB-11 y QCB-9). Sin embargo donde se han
hallado mayor número de restos quemados es en la secuencia superior
(ibid.: 206). Dicha secuencia, de unos 4,5 m, tiene sedimentos
antrópicos caracterizados por una combustión muy avanzada y cenizas
de madera asociadas a grandes cantidades de hueso quemado, artefactos
líticos y trozos de suelo moderadamente quemados. Ahora bien, existe
una fuerte cementación en estos depósitos debido a la precipitación
de calcita a través del goteo de agua y la re-cristalización de la
ceniza, que hacen difícil definir el contorno de las estructuras de
combustión. Sin embargo, a pesar de ello, se han podido identificar
bien dos hogueras (QCB-7 y QCB-17). Por tanto, en la secuencia
superior de la cueva se puede observar el uso continuado del fuego
que efectuaban los homínidos de esta época y, aunque se hayan
observado la existencia de restos de fuego en la secuencia inferior,
no se ha podido demostrar, por el momento, el uso frecuente del mismo
(Figura 3).
Asia
El máximo representante de este
continente es sin duda el yacimiento chino de Chukutién, cuya Zona 1
contiene unos 50 m de sedimentos datados entre 400 y 500 Ka. (Keates,
2000). El uso de fuego en este caso ha sido insinuado por la
aparición de huesos quemados, cenizas, carbones, industria quemada y
estructuras de combustión. Debido a ello, muchos investigadores han
considerado que estos materiales constituyen las primeras evidencias
del uso del fuego. Sin embargo, muchos de estos restos fueron
reexaminados por varios autores que cuestionaron su relación con el
fuego (Binford y Ho, 1985). Unos señalan que no hay hogueras con
estructuras definitivas y que las capas de cenizas consisten en
egagrópilas de búho, excrementos de hiena y otras acumulaciones
orgánicas que posteriormente fueron quemadas por causas naturales
(Binford y Ho, 1985; Boaz et al., 2004: 545). Otros investigadores
afirman que estas capas consisten en cienos laminados de origen
loéssico (Goldberg et al., 2001: 518). Además, análisis químicos
hechos a cinco huesos quemados, en su día realizados por Oakley
(1956: 104), revelaron que la apariencia oscura se debía al
manganeso.
Sin embargo, no hay que
desestimar la presencia de fuego en el yacimiento, ya que análisis
más recientes indican que el manganeso no se encuentra en tres
ejemplares de huesos fósiles y que uno de ellos, efectivamente, está
quemado (James, 1989: 6). Igualmente, Pei y Zhang advirtieron una
agrupación de artefactos en el borde Este del nivel de cenizas de
las capas 8/9 en el Locus G. Con ello sugirieron que pudo haber
existido un punto focal de las actividades de los homínidos cerca de
la entrada de la cueva. Abundantes útiles de piedra en el Locus K,
cerca del anterior, parecen corroborar dicha hipótesis (Boaz et al.,
2004: 545). A pesar de que los recientes análisis geoquímicos y
sedimentológicos han arrastrado las fechas de uso de fuego a épocas
más tempranas, Boaz et al. (2004: 546), opinan que sí hay señales
de que el fuego fue usado por los homínidos en Chukutién, mientras
que Goldberg et al. (2001: 521) no encuentran ninguna evidencia
concluyente in situ de procesos de termoalteración en ninguna de las
capas del yacimiento. Parece que Chukutién y su presencia de fuego
no está exento de polémica, aunque haya sufrido múltiples
reexaminaciones.
Otros yacimientos asiáticos
importantes para el Pleistoceno medio son Gongwangling y Jinniushan
(China), y Trinil (Java). Solamente Jinniushan presenta claras
evidencias de fuego debido a la aparición de huesos, piedras y
arcillas quemadas y cenizas, que han sido confirmadas por análisis
químicos (James, 1989: 6) (Figura 4).
Europa
En Europa hay evidencias de
restos de combustión en multitud de yacimientos del Pleistoceno
medio. Los debates aquí se centran en cuáles son los más antiguos
y los mejor conservados.
Se puede decir que la aparición
de hogueras en Europa se situaría en torno a los 400 Ka., con una
serie de formas bien estructuradas que no presentan ninguna duda.
La cueva hundida de Ménez-Dregan
1 (Francia), puede ser el yacimiento más antiguo, aunque ha de
contemplarse con precaución mientras no se publiquen los resultados
completos del estudio. Este yacimiento presenta una serie de
estructuras de combustión asociadas a vestigios de carbón de madera
y de hueso, así como a sílex y piedras quemadas, en los niveles 9,
7 y 5. En el nivel 9 hay una zona rubefactada que puede corresponder
a una estructura de combustión en cubeta, datada por ESR en torno a
los 450 Ka. De igual manera en el nivel 7 aparecen granos arenosos
rojizos interpretados como huellas de fuego. En la base del nivel 5
se han descubierto restos de una hoguera asociada a cantos quemados y
una concentración de materia carbonosa. Esta materia está sobre una
capa de piedras enlosadas que, desgraciadamente, se deterioró por
actos vandálicos. La datación de esta estructura es de
aproximadamente 380 Ka.
En Beeches Pit (Gran Bretaña) se
ha descubierto recientemente silex quemados, áreas rubefactadas (de
1m2), que han sido interpretadas como antiguas hogueras, y huesos
quemados (Gowlett, 2006: 304; Preece et al. 2006: 490). Todos estos
restos han sido adscritos a una cronología de unos 400 Ka., ya que
los sílex quemados se han datado a través de TL (414+ 30 Ka.), y
para el resto del yacimiento se han usado otros métodos de datación
como las series de Uranio y la Racemización de Aminoácidos, dando
unas cronologías similares (Preece et al. 2006: 485). Los
investigadores de este yacimiento descartan que estos restos de
combustión se deban a un origen natural debido a varios factores.
Primero, existe una coincidencia estratigráfica de estas áreas de
combustión con grandes concentraciones de artefactos. Segundo,
excavaciones realizadas cuidadosamente han mostrado que estas áreas
rubefactadas se restringen a depresiones superficiales, dos de las
cuales se solapan, implicando una secuencia de combustiones. Tercero,
la distribución espacial de los materiales parece respetar las áreas
quemadas. Cuarto, estas estructuras de combustión se reconocen en
tres estratos
(Lechos 3b, 5 y 6) indicando una
utilización recurrente del fuego durante los largos períodos
interglaciares y el siguiente período frío. Finalmente, la
morfología de los silex quemados indica una combustión por encima
de los 400º C y la de los huesos en torno a 600º y 800º C. Esto
indica que semejante intensidad de combustión nunca se logra en los
incendios de praderas, que generalmente se queman en períodos
relativamente cortos con temperaturas que solamente exceden de los
65º C durante apenas 10 minutos. Este tiempo no es suficiente para
que un sílex o un hueso sufran una gran alteración. Así pues,
Preece et al. (2006: 491-492) señalan que la presencia de huesos
totalmente quemados (grises o blancos) implica que la combustión fue
más intensa que la habitual para un fuego natural, ya que este
último a menudo sólo causa la combustión parcial y superficial. En
resumen, según Gowlett (2006: 304), las evidencias de fuego en
Beeches Pit consisten en estructuras de combustión de tamaño
grande, repetición de hogueras con combustiones de larga duración,
altas temperaturas de combustión, asociación de estas hogueras con
fragmentos de huesos, localizaciones selectivas y estructuración de
los artefactos en el espacio.
Otros yacimientos franceses de
bastante antigüedad son La Grotte Nº 1 du Mas des Caves y
Baume Bonne.
Gamble (2001: 193), por su parte,
señala que todavía en este periodo no hay constancia de la
existencia de estructuras complejas (refugios y restos de hogueras)
incluso en los yacimientos de tipo primario. Este autor sugiere, por
tanto, que hay que observar el yacimiento desde otra perspectiva, con
el objeto de distinguir con mayor certeza lo que parecen evidencias
de actos sociales. Esta otra perspectiva se basa en la aplicación
del modelo de anillos y sectores de Stapert (1992). Este investigador
basó su método analítico en los datos de la observación
etnográfica, que recoge información acerca de las zonas sobre las
que van a parar los residuos que tiran los individuos. Su método se
centra en las formas que se difunden desde un centro característico,
como una hoguera o una tienda. Establece dos tipos de distribuciones:
unimodal y bimodal. Para la primera afirma que ninguna de ellas
contiene evidencias de rastros de tiendas o cabañas. El análisis de
anillos y sectores reveló un patrón unimodal en el yacimiento de
Rheindalhen, donde excavó Stapert. Concluyó, de manera hipotética,
que dicho yacimiento se formó al aire libre y que el espacio libre
ocupaba el lugar de un posible árbol.
La mejor prueba de la existencia
de restos de hogueras se encuentra en cuevas y abrigos. En
Pech de l’Azé II (Francia),
Sonneville-Bordes aplicó su análisis funcional a las hogueras
achelenses del yacimiento. En él distinguió tres estructuras
diferentes: hogueras amorfas, situadas directamente sobre el suelo,
sin una preparación especial y que corresponden a fuegos de corta
duración (se localizan en el nivel 7c, situado en el Riss II);
hogueras enlosadas, constituidas por un pavimento de placas
calcáreas, interpretadas como estructuras de combustión para
cocinar y utilizadas de manera repetitiva o prolongada (nivel 7c,
Riss IIc base); hogueras en cubeta, conformadas por una pequeña
depresión en el suelo que facilita la aireación del fuego (nivel
7b, Riss IIb).
Para finales del Pleistoceno
medio destaca La Cotte (Gran Bretaña), donde aparecen abundantes
restos de cremación. Se intentaron buscar indicios de estructuras de
combustión pero sin éxito. Algo parecido ocurre en la cueva de
Lazaret (Francia) donde Lumley, identifica diez concentraciones
pobres en objetos y muy ricas en carbones de madera y de cenizas.
Este autor señala que las evidencias podrían ser pequeños restos
de hogueras para alumbrar la cabaña interna de la cueva. Este nivel
corresponde al Riss III (150 Ka.). Otros yacimientos franceses de
finales del Pleistoceno medio son Orgnac 3 y Fontechevade con sendas
estructuras de combustión (Figura 5).
5. Conclusiones y discusión
Sólo dos de los yacimientos
africanos del Pleistoceno inferior poseen evidencias de uso antrópico
del fuego, Chesowanja y el yacimiento FxJj 20M de Koobi Fora. El
resto no muestran pruebas lo suficientemente contundentes del uso de
fuego por los primeros humanos, ya que la mayoría de los casos se
tratan de fenómenos naturales. El principal problema es que muchos
de estos yacimientos se encuentran a la intemperie, con la
consiguiente mala conservación que puede derivarse de un clima seco
y al aire libre, como es el caso de la sabana africana. Además, los
incendios, a lo largo de su ciclo anual, pueden ser frecuentes y
ocasionar problemas a la hora de dilucidar si los restos de
combustión son debidos a causas naturales o no. A pesar de todo, los
datos, aunque fueran verídicos, siguen siendo insuficientes para
atribuir un uso temprano del fuego en África. Según Perlés para
indicar la existencia del uso del fuego por los primeros humanos es
necesario demostrar a la vez la realidad de una combustión y su
carácter intencional. No estamos de acuerdo con esta aseveración,
puesto que es posible la conservación de restos de combustión
antrópicos y a la vez no poder saber su carácter intencional.
Por lo que respecta a Europa, y a
pesar de documentarse algunos hallazgos, éstos no son suficientes
como para conocer si los primeros pobladores europeos trajeron
consigo el fuego. En cuanto a Asia, los yacimientos del Pleistoceno
inferior no se pueden tener actualmente en cuenta por varias
circunstancias. En primer lugar, porque es casi imposible diferenciar
el origen antrópico del natural; en segundo lugar, sobre todo
Xihoudu, porque es complicado afirmar que la industria aparecida
pueda calificarse como tal; en tercer lugar, los huesos pueden
presentar esas coloraciones debido al manganeso; y por último, las
dataciones en ambos yacimientos son muy problemáticas.
Sin embargo, el panorama
mesopleistoceno en Europa es más favorable, ya que es posible
comprobar claramente que a partir de los 400-350 Ka. los indicios del
uso del fuego están suficientemente probados. Además, el número de
estructuras de combustión ha aumentado de manera considerable, y
aunque hay algunas cuya presencia no está totalmente constatada,
esta cantidad nos indica la existencia de una domesticación del
fuego. Los yacimientos más antiguos en Europa se documentan en
Francia, Ménez-Dregan 1 y Grotte N.º1 du Mas des Caves. Ambos
conservan perfectamente estructuras de combustión y están datados
con cronologías absolutas. Además, la morfología de las hogueras
suele ser variada. Según Perlés (1976: 679), la mayoría de las
formas ya se documentan en el Paleolítico inferior, y su desarrollo
masivo tendrá lugar en el Paleolítico superior. Esta conclusión
nos lleva a cuestionar, una vez más, la asunción de una posible
evolución de hogueras simples a complejas. Quizás pudieron
coexistir varios modelos de fogatas y que esta convivencia se debiera
a consideraciones de diversa índole, tales como el lugar de
habitación, las necesidades del momento o la climatología, por
citar algunas causas posibles.
FIN
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