Argentina - Farro, Podgorny, Tobías Notas para un ensayo sobre la recepción de la “Nueva Arqueología” en la Argentina
Unidad
1
Farro,
Podgorny, Tobías
Notas
para un ensayo sobre la recepción de la “Nueva Arqueología” en
la Argentina
Quieren
comprender el impacto de la “NA” en los programas de
investigación de la arqueología académica de la argentina en las
décadas de 1970 y 1980 y definir que se entendió como NA.
Historiografías
de la Arqueología en la Argentina
Los
trabajos sostienen que las sub-áreas arqueológicas demarcan los
métodos y problemas de investigación. A principios del s XX se
empiezan a organizar las investigaciones según la geografía/región,
con planes de investigación y exhibiciones en museos. Esta división
en sub-áreas resulta de la historia local de la práctica
arqueológica.
Los
métodos y problemas se relacionan con la formación en la práctica
científica y con el objeto de investigación. Es decir que los
métodos no derivan de la región donde se aplican (¿?).
Hasta
1919/21 (cuando se crean las universidades de Tucumán y la del
Litoral), hay tres centros que rigen la investigación en Argentina:
La Plata, Buenos Aires y Córdoba. Recién en 1960 los centros y
universidades nacionales tienen sus propios programas de
investigaciones arqueológicas. La mayoría de estas, fueron
iniciadas en Bs As y La Plata.
Análisis
posteriores a 1983 buscan explicaciones en los cambios políticos
nacionales. Las condiciones políticas y sociales determinarían,
para algunos la practica académica local. 1983 era de la
democracia + nueva era para la antropología argentina.
Los
grupos necesitan consolidarse, luego del exilio, y a veces se
disputaban los espacios institucionales.
‘Discursos
fundacionales’ Se anuncia una nueva ciencia. Estos manifiestos no
contienen necesariamente el cambio en sí, pero determinan las
condiciones para que el cambio ocurra. Ej: Binford.
En
Argentina, en 1994, Orquera plantea dos hipótesis para explicar el
fenómeno que se presentaba en el panorama de las investigaciones de
las regiones que estudia:
- Hay mucha influencia sobre la arqueología de Pampa, Patagonia y Tierra del Fuego de la “Nueva Arqueología” de estados unidos; la versión ortodoxa de Binford, y los planteos de Schiffer. Los grados de aceptación varían.
- También es importante la línea divergente de Flannery.
Otras
escuelas no parecen haber tenido tanta importancia; puede ser porque
los materiales no sirven para esos enfoques, o por una opción
colectiva de los arqueólogos a favor de los enfoques materialistas
positivistas.
-A
mediados de 1990 la NA es una corriente consolidada, una opción
colectiva, y determina la recepción de otras corrientes en boga en
el campo internacional.
-Esta
opción aparece también en trabajos de otras regiones, donde hay
materiales diferentes a los de CR de Patagonia.
-Tanto
en Pat/Pampa como el resto del país, al estudiar sociedades
complejas, para que la arqueología sea considerada “contemporánea”,
debía adoptar el lenguaje de la NA.
En
este trabajo exponen las líneas para comprender el proceso que llevo
a la hegemonía de la NA en Argentina. Es importante el AISLAMIENTO
respecto a las corrientes principales, a causa de la falta de
bibliografía actualizada.
La
enseñanza universitaria de la arqueología y la investigación
Hay
cátedras de arqueo desde inicios del s XX en la UBA y La Plata, pero
la carrera de Antropología con arqueología de especialidad se dio
en 1958 y 1959. En la UBA pasa de ser parte de geografía a ser se
ciencias históricas. Unión arqueo/geografía se consolido a fines
de los ’30 por la obra de Felix
Outes
(1878-1939), que dirige el museo etnográfico, luego de haber
trabajado en la sección de geografía de la facultad.
Arqueo
como disciplina de antropo (y no de historia), se entronca en la
configuración de esos campos en la argentina. Hasta 1930 la
arqueología era “prehistoria” en los congresos. Al final de la
década, los de historia quieren dejar el pasado de las sociedades
indígenas fuera del campo de la historia.
Algunos
arqueólogos, como Marquez
Miranda
(1897-1961) aunque en la práctica usaban métodos de historia, ligan
a la arqueología a las ciencias naturales. La figura fundadora de
Ameghino la entronca con el naturalismo, y con una animosidad de los
grupos de gobierno contra las ciencias.
Importante:
En los años iniciales del peronismo Marquez Miranda y Francisco de
Aparicio fueron alejados de sus cargos universitarios; y en 1947
pasan piezas del museo de Cs Nat de BA al museo etnográfico
(Imbelloni).
Durante el peronismo, por fuera de las instituciones universitarias,
historiadores y arqueólogos siguen compartiendo proyectos, como
revistas.
1948
llega al país Oswald
Menghin
(1888 – 1973), a la UBA y la UNLP. Una vez caído Perón, funda en
el Museo Etnográfico el “Centro Argentino de Estudios
Prehistóricos” en 1956. Liga al pasado de pueblos aborígenes a la
tradición europea de la prehistoria y la historia universales.
Hasta
1959 se promueve a la arqueología desde los museos universitarios
y nacionales. Hasta 1950 se consideraban las investigaciones de
coleccionistas privados, y no arqueólogos. Esto cambia cuando se
profesionaliza.
1959
se crea el CONICET
con un cuerpo de científicos funcionarios, con dedicación exclusiva
a la investigación, organizados alrededor de los principales campos
disciplinarios. En Argentina, la mayoría de los investigadores son
docentes; las universidades proveen lugares de trabajo. Hoy mantienen
tres comisiones asesoras: Ciencias Antropológicas, Arqueológicas e
Históricas; Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas; y
Filosofía, Psicología, Filología y Ciencias de la Educación.
Presidentes de la comisión que incluye Arqueología: 1966-67 Babini
(historiador de ciencias); 1967-68 Rex González (arqueólogo); 67-68
Espezel Berro; 69-78 Bórmida (antropólogo).
1966
Congreso
de Americanistas XXXVII
en Mar del Plata.
Incluye
investigadores locales importantes (Rex González, Nuñez Regueiro),
y delegados de Europa, América y Asia. Se reconoce el lugar
honorario de figuras como Menghin, Imbelloni y Serrano; pero a la
vez, se identifica el futuro, con las líneas de norteamericanos
jóvenes: Betty Meggers y Cliffor Evans.
Rex
González actúa de articulador entre las generaciones superadas y
futuras, y entre las generaciones jóvenes locales, y la “promesa
de renovación arqueológica” norteamericana.
Los
organizadores apelan a la identidad de los científicos como un todo,
que reconocen de enemigo a la falta de apoyo estatal e institucional.
1970
Primer Congreso de Arqueología Argentina, en Rosario. González
vuelve a ser organizador y mediador, y destaca el origen naturalista
de la arqueología local, y la necesidad de abandonar las obras de
especulación ignorantes del trabajo de campo. Momento de replanteo
de la ciencia. Surge la “New Archaeology”, que requiere
especialización y formación de equipos.
Entre
1980 y 1990 los trabajos y fuentes describen dos grupos distintos:
- la escuela histórico-cultural de Menghin desde la facultad de FyL de la UBA;
- y el culturalismo norteamericano de Rex González en el Museo de la UNLP, y las carreras de historia de las universidades de Rosario y Córdoba.
Esto
enmascara que las carreras tienen profesores compartidos, y sus
orientaciones no eran tan cerradas. En la UBA, los programas incluyen
citas y referencias a trabajos de Meggers y Evans, y en Buenos Aires
hay una práctica de traducción de trabajos en ingles, francés y
alemán (por Chiri y Orquera), por la cual los estudiantes tienen
acceso a bibliografía en español (Comentario
gracioso de Magda: “JA! Que vuelvan! Que paso?”).
Las traducciones se incorporan a las bibliotecas de las
instituciones.
Es
importante el tema de las bibliotecas de los países no centrales.
Hay un aislamiento producido por la desactualización de las
bibliotecas institucionales, y es importante el tema de la “master’s
library”. El investigador compra o intercambia libros. Esto da
forma al trabajo periférico. En casos extremos, conduce al “orgullo
ameghinista” por desconocer lo que se produce mas allá. El
análisis de suscripciones a revistas de las bibliotecas revela un
panorama menos negro que el de los testimonios de la época.
Igualmente, entran menos que lo que entraría a una universidad
central.
Las
bibliotecas de instituciones en nuestro país se fundaron por una red
de intercambio con las instituciones de Europa, Estados Unidos, y el
resto de América. Esto garantiza difusión de las obras, provisión
de publicaciones para bibliotecas locales, independientemente de sus
presupuestos. No se estudio el efecto de la política académica y
crisis económica a la compra o intercambio de revistas.
En
las décadas que trata este trabajo, siguen llegando revistas y
novedades. Sin embargo, los testimonios de los protagonistas señalan
la exclusión del uso de las bibliotecas institucionales
(especialmente el museo etnográfico) por los profesores cesanteados
en el gobierno militar.
Los
datos de las bibliotecas no dicen que ni quienes leían. Los primeros
autores que citan a Binford son Nuñez Regueiro y Tarrago. Rex
González nombra a la NA en el congreso del ‘70. Lonardi incluye el
manifiesto de Binford en su programa en la UNLP. Orquera presenta el
trabajo de Binford en el ‘72. Referencias a la NA no
ingresan por los que la asumen luego.
Preguntas
que se abren a futuras investigaciones:
- Ver si la NA se inscribe en un marco general que pretende cortar con tradiciones europeístas (como la de Menghin), argumento que se ve en trabajos de González.
- Determinar hasta donde era necesaria la figura del traductor y del mediador entre la realidad local y las producciones centrales.
- Relevar los contactos entre los distintos centros de investigación del país, para ver si había aislamiento entre disciplinas o entre universidades.
- Analizar factores que pudieron estimular o inhibir la recepción de la NA.
De
los testimonios surge que los protagonistas contemporáneos perciben
que la arqueología es una práctica constituida por dos bandos en
lucha, peleando para eliminarse entre si, por el bien de la ciencia.
Esta visión se encuentra desde el comienzo de la disciplina. Resulta
de una reconstrucción de la historia de la disciplina permeada por
lo ocurrido durante la dictadura. Se construyeron linajes con valores
morales, y se identifica a los protagonistas contemporáneos con los
linajes imaginarios del pasado, todo con un lenguaje importado de la
lucha política.
Enfrentar
esta retorica de la guerra puede ser una manera de plantear la
práctica de la arqueología en América Latina, desde sus verdaderos
conflictos.
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