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Argentina - Luco, Susana 2010. Tensión político-académica en la Universidad de Buenos Aires (1975-1983): el cambio de paradigma en la arqueología patagónica. Revista del Museo de Antropología 3: 211-224.




La noción de sentido común de la historiografía antropológica a partir de la reinstauración democrática en 1983, ha sostenido que la producción de sus subdisciplinas ha quedado subordinada a las periódicas oscilaciones políticas sufridas por la Argentina desde la primera ruptura democrática de 1930.
El presente trabajo pone en cuestión tal aseveración, al menos en lo que concierne al segmento correspondiente a la arqueología patagónica practicada desde la Universidad de Buenos Aires, al postular que fue precisamente durante el gobierno militar autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN 1976-1983), en que se gestó el cambio de paradigma teórico desde la Escuela Difusionista Histórico-cultural centroeuropea a la Nueva Arqueología anglosajona (New Archaeology). Dicho cambio se originó en una primera instancia de quiebre metodológico que posibilitó una posterior ruptura teórica y que el mismo tuvo como artífice inicial al arqueólogo Carlos Aschero en tanto profesor regular de la licenciatura de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras.
La institucionalización universitaria de la licenciatura en Ciencias Antropológicas, ocurrida en 1958 en la Universidad de Buenos Aires (en adelante UBA) no se alineó con los parámetros de “modernidad” y “desarrollo” que prevalecieron en la consolidación institucional universitaria de Sociología, Ciencias de la Educación y Psicología, creadas un año antes por la universidad reformista.
La licenciatura en “Ciencias Antropológicas”, nacida un año después, divergía de tal orientación debido a la permanencia de la mayor parte del cuerpo docente proveniente del período académico anterior enrolado en tradiciones centro-europeas como el difusionismo histórico-cultural en su variante vienesa que explicaba la pluralidad cultural como producto de la dispersión de bienes culturales desde ciertos centros al resto del mundo por difusión.
En el ámbito local los antecedentes de tal instauración teórica deben buscarse a comienzos de siglo XX con el arribo a la Argentina del etnólogo italiano José Imbelloni. Imbelloni encabezó una prolífica actividad profesional en universidades y museos nacionales, en clave difusionista. Más tarde, y tras la Segunda Guerra Mundial, hicieron su arribo otros exponentes del difusionismo quienes, como consecuencia de su compromiso con el nacional socialismo, se exiliaron en la Argentina merced al apoyo académico local de Imbelloni y, fundamentalmente, a la prédica de aquella escuela teórica en la Antropología que se practicaba en el país. El más destacado fue el prehistoriador vienés Oswald Menghin. También hizo su arribo el romano Marcelo Bórmida (1925-1978), el fisiólogo y raciólogo yugoslavo Branimiro Males (18971963), el antropólogo húngaro Miguel de Ferdinandy.
Menghin, quien permaneció en el ámbito universitario porteño desde la etapa peronista donde ingresó sin restricciones, renovando los honores con la dirigencia de la Universidad post-peronista, fue quien sistematizó la arqueología de Patagonia con la que se estructuró la enseñanza de esa subdisciplina en la UBA desde 1958 y hasta el cambio de plan de estudios de 1984.
Con la apertura democrática de 1983, punto de inflexión en la historia nacional argentina post-dictatorial, las historiografías de las ciencias sociales en general y de la antropología en particular emprendieron un balance y estado de situación de sus respectivos desarrollos disciplinares. A través de diversos artículos dieron cuenta del específico vínculo entre política universitaria y producción científica y las marcas que los regímenes de facto y su intervención en el ámbito universitario dejaron en la producción académica nacional.
Si bien la arqueología practicada en la licenciatura de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en el decenio 1970/1980 sufrió restricciones institucionales y prohibiciones que delimitaron la práctica de campo y la discusión teórica, fue precisamente durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983, en adelante PRN) que tuvo lugar la introducción, implantación, enseñanza y adscripción a un nuevo paradigma que desafiaba profundamente al paradigma oficial.
El discurso de los actores sociales de esta investigación: los arqueólogos patagónicos que intervinieron en dicho proceso de cambio desde la Universidad de Buenos Aires.
La tradición histórico-cultural como organizadora del campo de la prehistoria de Patagonia
Desde la creación de la licenciatura porteña en 1958 y el comienzo de su dictado en 1959 fue el prehistoriador austriaco Oswald Menghin, llegado al país en 1948, el responsable principal de las exploraciones arqueológicas realizadas en las regiones de Pampa y Patagonia. Su conducción teórico-institucional cabía dentro de los preceptos de la Escuela Etnológica Europea, fundada por dos etnólogos de habla germana, Wilhelm Schmidt (1868-1911) y Franz Graebner (1877-1925) . Para ellos los “ciclos culturales” explicaban la distribución territorial de una cultura arcaica única y original de cuyos primigenios rasgos constitutivos se habrían generado luego los demás desarrollos culturales mediante un proceso de dispersión geográfica.
En la Argentina el eco de la controversia Ameghino-Hrdlicka sobre el origen del hombre americano (1910) conllevó el abandono de las investigaciones científicas sobre “el hombre antiguo” de la región pampeana aun cuando se siguió investigando sobre otras problemáticas del área a través de exploraciones como las encabezadas entre muchos otros por Lothrop, De Aparicio, Torres, etc; en tanto la vasta Patagonia carecía de investigaciones consistentes a excepción de las realizadas por Félix Outes (1878-1939) en 1905 y más tarde por las de Junius Bird. En los primeros años de la década de 1950 Menghin reavivó la problemática del poblamiento, trasplantando los ciclos propuestos por la Escuela Histórico-Cultural austro-alemana y proponiendo una sistematización en base a períodos y fases de acuerdo al concepto de oleadas culturales aplicado a Pampa y Patagonia.
El mapa prehistórico trazado por Menghin correspondía a una configuración de índole ecuménico-especulativa, con la que proyectaba documentar las distintas tradiciones del período arqueológico denominado Paleolítico Inferior (continuando la nomenclatura europea), y los contactos significativos entre Viejo y Nuevo Mundo. De acuerdo a dicha configuración, la Patagonia habría sido ocupada por dos tradiciones culturales que coexistieron hasta nuestra era: la Epiprotolítica (10.000 - 7.000 a.p.) y la Epimiolítica (8.000 a.p) (Menghin, 1952, 1957b). En la terminología del prehistoriador vienés los prefijos “Epi” y “Mio” aludían al epifenómeno que suponía esta suerte de desfasaje cultural que ambas tradiciones guardaban con relación al modelo de periodización empleada por la prehistoria europea. A su vez ambas tradiciones contenían manifestaciones culturales locales que Menghin llamó “Industrias”, denominadas según el nombre geográfico donde se hubieran descubierto. En todos los casos subyacía la noción de continuidad en la ocupación de estos cazadores que habrían llegado y ocupado el territorio patagónico en sucesivas oleadas desde el oeste por los Andes, y desde el este por la Amazonia. Así, una tradición representaba a cazadores portadores de un conjunto de artefactos poco especializados en sus traslados por la meseta patagónica, de tipo “más bien ‘rudimentario, es decir, (…) se trata casi exclusivamente de un instrumental manufacturado de lascas con o sin retoque” (Menghin 1952b:27). La otra tradición estaba asociada a artefactos atribuidos a cazadores superiores, un conjunto “especializado, para afrontar la caza de guanacos y algunos otros recursos de fauna que completaban su dieta, contando con puntas de dardo pedunculadas tempranamente, pequeños raspadores y raederas”.
Carlos Alberto Aschero: Algunos de sus docentes fueron el ya citado Bórmida, Ciro R. Lafón (1923-2006) y Luis A. Orquera. Sus primeras experiencias de campo, con el acompañamiento personal y profesional de Carlos Gradin, topógrafo y técnico de Menghin en el CONICET. Tras obtener su título de grado (1974) ya como becario de iniciación del CONICET, presentó su primer informe, un trabajo de sistematización de la tipología existente aplicada a materiales específicos de la región patagónica. Este Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios tipológicos comparativos alcanzó una gran trascendencia entre los colegas interesados en contar con una elaboración integral sobre el material lítico. “La tipología de Carlos”, como se conoció informalmente a este reporte, fue el puntapié inicial del proceso que analizo aquí.
La consagración de nuevos espacios
El acceso a una bibliografía constituida por los trabajos de varios de los arqueólogos de mayor notoriedad que por entonces moldeaban el cambio de ideas en las academias arqueológicas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos coadyudó a que este novel arqueólogo iniciara un lento despegue de su herencia histórico-cultural. Su práctica profesional de campo coincidía con la perspectiva empírica que asimiló de la academia francesa y que formaba parte de la enseñanza “oficial” de la arqueología porteña. Pero las contradicciones, dicotomías y fracturas teórico-metodológicas del esquema defendido por Menghin para explicar la temprana presencia humana en Patagonia como la dicotomía entre “importación” y “desarrollo local”, comenzaron a dejar al descubierto la posibilidad de indagar si las inferencias basadas en la difusión permitían dar cuenta del verdadero modo de vida de los cazadores patagónicos. Preguntas tales como de qué modo y por qué un grupo humano no había producido una respuesta cultural acorde a su medio, comenzaron a ponerse en cuestión.
La “Sala de las columnas”
Durante el segundo cuatrimestre de 1976 y el primero de 1977, Bórmida, director de la licenciatura, aprobó el dictado de tres seminarios de arqueología aprovechando la modalidad curricular de la Facultad de destinar la etapa de especialización de la carrera de grado a la profundización de ciertos temas de investigación. Con el bagaje de su especialización en la arqueología de la región patagónica y del noroeste argentino, y con su interés por el arte rupestre, a poco de obtener su graduación Aschero logró la aprobación para el dictado de dos de ellos. El primero se centró en “Arte rupestre en el territorio argentino”. El segundo seminario se abocaba exclusivamente a Patagonia.
La tipología de Carlos”
Su eficacia en el ámbito académico internacional resultaba de la búsqueda con la que los prehistoriadores, ya en la década de 1930, intentaron hacer propuestas que fueran más allá de la mera descripción y rotulación de los materiales de excavación, características de las primeras épocas de la práctica disciplinar. Esta nueva herramienta metodológica permitió explicar características culturales recurrentes, a través del estudio de los utensilios líticos. A través de una detallada jerarquía clasificatoria, la tipología daba acceso a un cierto tipo de explicación vinculado al cerrado vínculo entre la manufactura del objeto y la conducta cultural de su hacedor.
Contexto la “Tipología de Carlos”: surgió bajo las influencias del trabajo de Bordes pero también de otros autores, en respuesta a las propias preguntas de campo y a las observaciones morfológicas nacidas en el gabinete del Museo Etnográfico. En su introducción Aschero señalaba que la misma era “el resultado de una síntesis de diversos criterios descriptivos aplicables a materiales líticos de morfología paleolítica elaborados por talla o retoque” (Aschero 1975:1) y que en ese sentido “cumple con la necesidad de ordenar los pasos y las categorías del análisis tipológico” (Ibíd. 1975:1). Destacaba que lo animaba la idea de “lograr una mayor especificación en la determinación de ‘tipos’ dentro de los conjuntos líticos que se atribuían a la llamada industria “Patagoniense” o “Tehuelchense” de la Patagonia argentina”. Con ella proponía también “intensificar los aspectos descriptivos o documentales de los hallazgos, a fin de que sirvieran a distintos investigadores en distintas áreas” y “para que en el futuro se especifique la nomenclatura tipológica y se presenten listas tipológicas que puedan ser estadísticamente representadas”
Esta sistematización analítica, eminentemente técnica y sin pretensiones de transitar por carriles teóricos, no sólo presentaba un repertorio discreto y detallado de las opciones de análisis técnico-tipológicos y morfológicos pasibles de ser utilizadas en futuras investigaciones según un lenguaje común y uniforme; sino que exteriorizaba también signos de divergencia con la matriz difusionista en la que se había formado.
Su aplicación comenzó a dejar al descubierto las fisuras de la arqueología preexistente que se caracterizaba por una transposición del modelo ecuménico del Paleolítico europeo y que conservaba la vigencia de las categorías reconstructivas del difusionismo europeo.
En su Seminario sobre Patagonia Aschero puso a prueba la eficacia metodológica de su topología al tiempo que planteó una suerte de “revisionismo” de los materiales canónicos del difusionismo patagónico, logrando no sólo un lento desplazamiento de las estructuras de análisis preexistentes sino también una temprana afirmación en el ámbito académico nacional gracias a la aceptación de buena parte de sus colegas líticos.
Aschero fue, él mismo, un articulador de las relaciones personales del medio académico porteño de la década de 1970. La nutrida experiencia de campo y de gabinete acumulada en pocos años, sumados al acceso a una bibliografía ecléctica generada por varios de los arqueólogos que entonces moldeaban el cambio de las ideas en las academias de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, contribuyeron a que Aschero influenciado por Bordes, pero también por los prehistoriadores galos Anette Laming-Emperaire (1917-1977) y André Leroi- Gourhan. (1911-1986), iniciara un lento despegue de su legado histórico-cultural. Su práctica de campo coincidía con la perspectiva empírica que asimiló de la academia francesa pero enriquecida además por las innovaciones introducidas por Leroi-Gourhan y su meticulosa propuesta de recolección del material lítico como parte del desarrollo de nuevas técnicas orientadas a optimizar los distintos procedimientos metodológicos del trabajo de campo.
La “publicación oral” de la Tipología.
La primera transmisión nacional de la Tipología, ya puesta a prueba por su autor en el Seminario de 1977, tuvo lugar en el espacio mayor del V Congreso Nacional de Arqueología.
El seminario en campaña. El viaje a “Cerro de los indios”.
La Tipología de Carlos y puesta en juego a partir del Seminario de la “Sala de las columnas” y la posterior presentación en el V Congreso Nacional, tuvo su continuidad en emprendimientos que prolongaron esta suerte de pasaje hacia otra instancia y que nos permite describir de manera simbólica el camino de cambio iniciado por Aschero y su grupo de estudiantes y graduados recientes, en plena dictadura y bajo el sesgo institucional de los herederos de Menghin.
Uno de esos emprendimientos fue el de la campaña arqueológica a “Cerro de los Indios” en la altiplanicie de la provincia de Santa Cruz realizada en 1977.
Esta nueva experiencia desarrollaba una mecánica de trabajo que Aschero ensayaba por primera vez en la arqueología nacional. Según la evocación de Bellelli, “Cerro de los Indios” “fue operar en un sitio nacional y propio con un enfoque que Leroi había aplicado en Francia”, valiéndose de la técnica de décapage. Con la organización de esta campaña, Aschero desafiaba no sólo las restricciones nacionales a la reunión de más de dos personas en sitios públicos, sino también las de la autoridad de la licenciatura.
La continuidad de esta suerte de pasaje simbólico con el que pretendemos demostrar que en un principio el cambio de paradigma tomó características de índole metodológica, se concretó con dos emprendimientos finales: la concreción de una nueva asignatura en el espacio institucional universitario de la UBA (1979) y la convocatoria a las “Primera Jornadas de Tecnología y Tipología Lítica” (1980). La asignatura “Ergología y Tecnología” significó una innovación didáctica para la licenciatura porteña ya que fue la primera incorporación al conjunto de materias regulares de la especialidad desde la constitución de la carrera de grado en 1958. En su dictado se incluían las transformaciones metodológicas que Aschero venía introduciendo desde el Seminario, las reuniones del CIA y la campaña a Cerro de los Indios. Pero “Ergología” fue además un espacio donde se conocía y discutía la aplicación de la New Archaeology29 el nuevo paradigma proveniente de la academia anglosajona.
Las “Primeras Jornadas de Tecnología y Tipología Líticas” convocadas por el CIA para el fin de semana del 24 al 26 de octubre de 1980 tenían el objetivo de discutir “las principales líneas de trabajo en el tema (tipológico) para las regiones de Pampa, Patagonia y Tierra del Fuego”. Las “Primeras Jornadas de Tecnología y Tipología líticas” encarnaron la concreción de las nuevas maneras de operar en el campo arqueológico de Patagonia, aquellas que, iniciadas con la propuesta tipológica de Aschero junto a las otras iniciativas nacionales ya mencionadas, procuraron romper una continuidad no sólo ecológica y prehistórica, de Patagonia, sino también la teórica y académica, la del difusionismo de la “Escuela de Buenos Aires”.
Conclusiones

Hasta aquí hemos intentado exponer, mediante una reflexión fundada en un análisis etnográfico, por qué el caso de la arqueología patagónica practicada desde la licenciatura antropológica de Buenos Aires, desmiente que los contextos represivos imperantes en los últimos regímenes de facto, se hayan traducido en períodos de retracción, conservadorismo e inmovilidad en el mundo académico. A través de la presentación de una serie de hitos, a nuestro juicio significativos, creemos haber demostrado que a partir de iniciativas autónomas que nacieron de un grupo de estudiantes, egresados recientes y jóvenes docentes, se inició y llevó a cabo un cambio de paradigma en la enseñanza y práctica de la arqueología patagónica practicada desde la UBA en el período 1975-1983, y que el mismo se desarrolló en dos instancias. Al postular que este cambio se inició en una instancia metodológica a la que le siguió un cambio teórico, estoy señalando que es posible pensar en los procesos de cambio de paradigma no como trayectorias que observan una sucesión universal de etapas—al modo evolucionista—sino más bien como procesos locales.

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