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Argentina - Sergio Visakovsky, R. Guber, E. Gurevich Modernidad y tradición en el origen de la Carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA


El objetivo del trabajo es mostrar que las carreras universitarias, como modos de producción y reproducción profesional de las practicas científico-académicas, expresan los proyectos socio-políticos bajo una lógica especifica: son traducidos a conceptos, perspectivas y temáticas disciplinarias. Primero se centra en como los protagonistas de la carrera de ciencias antropológicas construyeron su propio objeto disciplinario; cómo las transformaciones políticas e intelectuales participaron del mismo y en qué medida esto implicó condiciones de inserción, posicionamiento y disputas de legitimidad. En segundo lugar, se analizan distintos aspectos de la conformación académica temprana (resolución de la creación, perfil de los primeros profesores, contenidos curriculares del primer plan de estudios). Finalmente se postula una interpretación que dé cuenta de la vigencia y legitimidad de la disciplina antropológica en el ámbito porteño a fines de los cincuenta, basadas en acuerdos compartidos entre las disciplinas del campo humanístico social que excedieron las diferencias teórico metodológicas y político partidarias.


En 1958 se creó la carrera en la UBA. La creación de Ciencias Antropológicas (CA) se produjo con lo que implico los cambios del derrocamiento del gobierno peronista en 1955. En contraste con la etapa anterior se propició la apertura a los desarrollos científicos, la utilización de conocimiento académico como respuesta a problemas concretos, la incorporación y desarrollo de tecnología y finalmente, la trasformación de la universidad → desarrollo, “modernización” de la sociedad. Este proyecto “modernizador” era expresión del proyecto político nacional posperonista.
La CA seria el producto y a la vez, la cristalización del mismo contexto político e intelectual “modernizador”, pero no de la misma manera que en sociología (donde contaban con el “padrinazgo” de intelectuales que estaban yendo en favor de dicha modernización), ya que había en la disciplina antropólogos contrarios a la perspectivas desarrollistas, y que vieron favorecida su continuidad por la ausencia de figuras de corrientes renovadoras (lo que fue Gino Germani a la sociología). Estos serían los sectores anti modernos de Madrazo → esto explica la débil estructura académica para este momento, la antropología institucionalizada era vista para el 58’ como una “contracorriente”, respondiendo a la perspectiva histórico cultural centroeuropea, anacrónica en los sesenta. Ante esto la pregunta es ¿Cómo la ola modernizadora había permitido que una carrera que se presentaba como “el otro” del proyecto académico imperante?
Las carreras universitarias expresan los proyectos socio políticos bajo una lógica especifica: conceptos, perspectivas y temáticas disciplinarias. Son las prácticas del campo científico, relaciones objetivas constituidas entre las posiciones adquiridas por los agentes a partir de sus luchas precedentes, y un espacio de lucha.
Es por ello indispensable analizar el modo en que los primeros protagonistas en la CA constituyeron su objeto disciplinario y en qué medida esas trasformaciones implicaron particulares condiciones de inserción dentro de las ciencias sociales.
Aspectos de su conformación académica:
*Resolución de su creación
Esto se da en un marco pos peronista (Perón derrocado en el 55’ por la “revolución libertadora”), argentina comenzaría a atravesar por este “proyecto” de modernización y desarrollo en contraste con la idea de “atraso” fascista/nacionalista. El desarrollo se convertía en una necesidad política para garantizar la “seguridad” de la nación.
El campo intelectual se construye (en oposición al peronismo) adscripto progresista y se estructuro en torno al marxismo (incluso una relectura del peronismo propiciada desde la izquierda). El papel ordenador del marxismo permitió el pasaje del ideal del “compromiso” al del intelectual revolucionario.
Desde el 55’ se propone la reestructuración de la universidad como agente dinamizador del cambio social, se reincorporó a quienes habían sido depuestos durante el peronismo y se dejó cesantes a los simpatizantes de Perón.
A esto siguió una nueva organización basada en departamentos. Hubo transformaciones como la reforma y actualización de los planes de estudios de las carreras existentes y creación de carreras consideradas cruciales para la capacitación de agentes que impulsaran la modernización. Gino Germani es LA figura de esta etapa. Este periodo pos peronista seria recordada por los protagonistas como la edad de oro de la universidad argentina, donde floreció la investigación y la formación, la recepción de las trasformaciones científico-tecnológicas y la proximidad con las principales corrientes mundiales de producción científica. Todo lo cual fue interrumpido en el 66’ con un nuevo golpe que suspendió la autonomía universitaria. Dándose la primera “fuga de cerebros”.
En esta coyuntura bajo un sistema político de democracia restringida, inestable, sujeta a supervisión de las fuerzas armadas, es que nació la CA en la UBA.
Diferentes testimonios atribuyen la paternidad de CA a Mario Bunge, a Imbelloni, Menghin y Márquez Miranda y a la primera camada de estudiantes. En una de las sesiones de consejo directivo se menciona que ya había un importante núcleo de profesores como los mencionados, más: Palavecino, Rex González, Lafon, Bormida. Adjudicando que las “condiciones ya estaban maduras para la creación de la licenciatura, la cual iba a ser barata (porque se utilizarían cátedras e instalaciones preexistentes).
En la resolución se lee que: “la etnologías, antropología, arqueología y prehistoria son un conjunto de disciplinas afines y que requieren técnicas específicas, distintas de las técnicas historiográficas”, se trata de consagrar un saber que existe y que tiene instituciones funcionando y abundante “material en estado natural” para ser estudiado (como vestigios de sociedades o culturas en vías de extinción, lo que recuerda a las definiciones de la antropología decimonónica).
También se planteaba la resolución que esta carrera era de importancia en tanto y en cuento estaba relacionada con los problemas sociales.
Se recomienda el uso y aprovechamiento óptimo de las cátedras existentes en la facultad.




*Perfil intelectual de los primero profesores
El nuevo plantel gozaba de un campo disciplinario que ya no competía dentro del campo de la historia sino que se revelaba como autónomo genuinamente inserto en las humanidades, lo cual les permitía legitimar su definición der ciencia sin someterse a una disputa bajo condiciones de subordinación disciplinaria.
El nuevo campo académico quedo dominado por Márquez Miranda y Palavecino, que ostentaban ante las autoridades el prestigio de haber sido dejado cesantes de la universidad durante el peronismo. Pero algunos también siguieron como Menghin, Lafon, Bormida y Cortázar (bajo circunstancias oscuras).
Se desplazó a Imbelloni en el 55’ y con el camino libre, Márquez Miranda fue el primer director de la carrera CA. Palavecino fue nombrado director del Museo Etnográfico (ME), Lafón quedaba como director del IDA y Bormida entre el 58’ y 63’ fue director interino del instituto de antropología.
La permanencia de Bórmida y Menghin aseguraban la supervivencia de la teoría histórico cultural, y prolongaban la genealogía iniciada por Imbelloni. Después de la muerte del primer director de la carrera, Bórmida pasaría a ser de los personajes centrales, como director interino del departamento entre el 62’ y el 64’.


*Contenidos curriculares del primer plan de estudios
En las sesiones de consejo directivo, sobre el tratamiento que se le daría a las CA se recomienda el uso y aprovechamiento óptimo de las cátedras existentes en la facultad. Constituido por un núcleo básico de materias comunes con el resto de las carreras y un núcleo básico de materias específicas con las cátedras de antropología de la carrera de historia.
El plan de estudios tenía cinco instancias: un ciclo introductorio de cuatro materias obligatorias (introducciones a la historia, filosofía y sociología); 17 materias básicas obligatorias; una lista de 23 materias complementarias de las cuales el alumno debía elegir por lo menos 4; cursillos de especialización en alguna de las orientaciones (etnología, arqueología, y antropología), en donde se llevaba a cabo trabajo de campo.
En cuanto a la orientación teórica metodológica imperaban en los estudios el enfoque histórico cultural, aunque no impedía la inclusión crítica de otras líneas teóricas (funcionalismo – Cortázar - , culturalismo norteamericano – Palavecino -). Esto permitía que los estudiantes entraran en contacto con las tradiciones anglosajonas aunque muchos de estos textos solo eran impartidos oralmente por los profesores.
Fueron los estudiantes los que iniciaron el movimiento contestaría por la modernización de la carrera bajo la consigna “antropología social”.


*Comparación de la estructura institucional universitaria de la CA con el de la sociología. Analizando las perspectivas de algunos protagonistas acerca de la naturaleza y límites entre ambas disciplinas.
La carrera contemplaba la cursada de una materia denominada antropología social pero se radicaba en el departamento de sociología.
Para un observador extranjero de entonces, que el propio departamento de CA no tuviera una catedra de antropo social podía ser llamativo. Pero había falta de antropólogos locales “capacitados” para su dictado, cosa que si tenía Germani, el cual insistía en temáticas y autores de la antropología (como Radcliffe-Brown y Levi-Strauss). Entonces, muchos estudiantes pusieron su atención en la carrera sociología para paliar lo que consideran vacíos de la formación.
Antropología social en el contexto porteño de los inicios de los sesenta fue sinónimo de un conocimiento susceptible de ser aplicado a realidades sociales concretas, ciencia que más tarde trasmutaría en praxis. Bormida era pesimista sobre ello, el rechazo de este se dirigió más hacia el proyecto modernizador encarnado por la Sociología (ya que en realizad compartía la concepción de los primeros estudiantes de hacer de la antropología social una ciencia social aplicada). Poco después los estudiantes cuando desplazaron el sentido de antropología social a la práctica política comprometida, mostraron compartir a visión de Bórmida en el rechazo por el estructural funcionalismo inglés.
La antropología social se había convertido en un punto de articulación entre la academia y la política. Por intermedio suyo se deberían proyectos que trascendían los límites de la universidad y que se ocupaban de la relación entre ciencia, universidad y política.
La CA emergió como un desprendimiento de la historia, el parentesco original con la sociología de la antropología, no es sino una invención (como construcción cultural) de un sector antropológico “modernizador”. La escisión con la historia respondió a una diferencia en el objeto de estudio. La génesis de la ciencia antropológica se remonta al siglo XIX cuando formaban parte de las ciencias naturales y estaban orientadas a indagar los orígenes del hombre americano, como un capítulo de la construcción de la nación. Eran ciencias antropológicas que se solidarizaron en un proyecto común. Luego otro momento que se caracterizó por la oscilación entre la antropología pensada biológica o históricamente, dentro de un matriz histórico cultural, preparo el camino para el afianzamiento de la perspectiva historicista y humanista, que alcanzó su punto álgido con Bórmida.
Bórmida intento fundar el concepto de una epistemología del extrañamiento, a tal punto que los Onas o los Tehuelches se convertían en “extranjeros” en el territorio de una nación Argentina. Las CA consagraron la exclusión de aquellos sectores que nunca podrían acceder a ser “auténticos ciudadanos”. El concepto de barbarie bormidiano (distinto de evolucionismo de Morgan, mas como “extranjeros”) tipificaba la exclusión y expresaba el concepto de nación, adquiriendo legitimidad ate las restantes disciplinas a que estas compartían, al menos antes de acentuarse los procesos de politización y la creación de condiciones para la insurrección de enormes poblaciones del tercer mundo, un mismo concepto de adscripción a la nación.


*Interpretación que da cuenta de la vigencia y legitimidad de la disciplina antropológica en el ámbito porteño a fines de los 50’ basada en acuerdos compartido entre las disciplinas del campo humanístico-social que excedieron las diferencias teórico-metodológicas y político-partidarias.
La ciencia antropológica fue parte del proyecto modernizador de manera contradictoria. Mantuvo una posición marginal en relación a las ciencias sociales y a las problemáticas por las llamadas “sociedades complejas”, marginación suscitada por cuestiones internas y externas. El espacio de génesis de la carrera de CA se constituyó pues en la tensión de dos antropologías posibles.
Sin embargo no puede concluirse apresuradamente que no hubo núcleos de modernización internos, por ejemplo el caso de Palavecino, que confirió a las poblaciones indígenas un estatus radicalmente diferente: el de ciudadanos de la nación, si bien con esto no logro modificar las concepciones histórico culturales dominantes, pero si, la carrera inicio una modernización que incluía una cuarta orientación, la antropología social (las posibilidades quedaron truncas luego del golpe del 66’).
En la etapa de modernización, el campo antropológico no vio alterada significativamente su estructura, debido a que la nueva carrera se organizó sobre el cuerpo académico preexistente. El campo antropológico argentino mantuvo una fuerte cohesión, basada en la definición de su objeto de competencia científica consensuada interna y externamente. Este consenso solo pudo ser posible en la medida en que la conceptualización de los sujetos de estudio de las CA encontraba legitimidad en la concepción fundante de la nación argentina (en donde se dejaba afuera a indígenas y mestizos de la categorización de ciudadano).
El objeto disciplinario se transformó junto a la admisión de los indios y mestizo a la categoría de “ciudadano”. A la par que las comunidades indígenas mestizas podían ser trasmutadas en obreros o peones rurales. Por un momento al menos, el objeto antropológico alternativo se identificó con el de la sociología científica, favoreciendo su legitimación dentro de las disciplinas que acometían el estudio de “problemas sociales”.

La extensión de las categorías de adscripción político sociales en la redefinición del objeto de estudio, preparo el camino de algunas investigaciones etnográficas posteriores entre fines de los sesenta y mediado de los setenta que implícita o explícitamente se opusieron al proyecto bormidiano, pero también fue la base a partir de la cual alguno llegaron a rechazar el proyecto disciplinario posible en favor de la práctica política.


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