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HSG - OZOUF, Mona - Diccionario de la Revolución Francesa

AUTOR: OZOUF, Mona
TEXTO: “Diccionario de la Revolución Francesa”

De la Revolución de 1789, Ozouf destaca en ella dos aspectos, estrechamente ligados, que le llaman la atención. Uno es que, al imponerse una ruptura radical con el pasado, el problema puramente teórico hasta ese entonces de cómo pasar del “estado de naturaleza” a un orden político basado en el “contrato social”, entre voluntades individuales arrancadas de toda referencia al orden estamental anterior, pasó a convertirse en un problema práctico que la Revolución trató de resolver sin conseguirlo. La manifestación más nítida de ese fracaso político fue la rápida sucesión de regímenes políticos entre 1789 y 1804. Sucesión que se repitió en plazos más largos entre 1814, al final de las guerras napoleónicas, y 1875, cuando se cerró el largo proceso constituyente que asentó la Terca Republica. Durante ochenta años los franceses vieron sucederse (primero rápido y después más lento), todo el repertorio de las formas políticas contemporáneas. Pero fue la monarquía constitucional con la que Luis XVI sobrevivió todavía tres años a la abolición del absolutismo y del orden “feudal” en 1789. Una monarquía constitucional que reeditaron en forma limitada los hermanos de Luis XVI, la Republica revolucionaria y la dictadura terrorista jacobina de 1792 y todavía con la Comuna de París de 1871. La Republica que sólo muy piadosamente puede llamarme “constitucional” del Thermidor, entre 1794 a 1799, reapareció en un clima de sofocante sentimentalismo democrático en 1848 y trató en vano de consolidarse, dada la mayoría monárquica de la Asamblea Nacional, entre esa fecha y 1851. La Republica “consular” y el Imperio bonapartista, fueron implantados y reimplantados de 1799 a 1804/14 y de nuevo de 1851/52 a 1870.
La metodología que Ozouf emplea para esclarecer el significado de esta larga inestabilidad es la de la historia política y la de la historia de las ideas estrechamente asociadas. A la vista de cómo ha sucumbido 1917 ante 1789, Ozouf se muestra convencida de que aquellos contaban con mejores herramientas intelectuales para comprender transformaciones como la de 1789 que sus contemporáneos influidos por el marxismo.
El otro referente metodológico del trabajo historiográfico de Ozouf es el análisis comparado del caso revolucionario francés con el inglés de 1688 y el de la independencia norteamericana. Referencias a las que se añade atención especial que prestó a la relaciones –eminentemente políticas- entre la revolución francesa y rusa de 1917. Ozouf profundiza en el análisis de los motivos de la fragilidad del vínculo político e institucional surgido de la gran conmoción de 1789. Esa debilidad obedecía, en primer término, a la dificultad de reconstruir de abajo arriba el Estado desde la volatilidad de las libres voluntades individuales. Pero, aun así, resulta evidente para la autora el contraste entre la estabilidad básica de los regímenes constitucionales inglés y norteamericano y el hecho de que todas las figuras de la política revolucionaria francesa se enfrentara en vano al desafío de poner término a la revolución en una forma política capaz de equilibrar sus contenidos. Pesó mucho en esa situación la ruptura radical con el pasado que se impuso con la transformación de los Estados Generales en Asamblea Constituyente y el paso acelerado a un tipo de política dominada abrumadoramente por la ideología. Ozouf sostiene que el gobierno centralizado será el único elemento con futro dentro de ese “vacío”, que la revolución desarrollará hasta sus últimas consecuencias. Fue la aceptación de esa administración parte de los sucesivos regímenes políticos lo que permitió a Francia soportar tal dosis de inestabilidad.

Ozouf se opone, sin embargo, a una acentuación excesiva de la continuidad entre el Antiguo Régimen y la revolución, en la que abundaron los principales historiadores de la Restauración borbónica a partir de 1814, entre los que destaca Guizot. Ese exceso de continuismo lleva a hacer inexplicable la inestabilidad política subsiguiente a 1789 y a convertir la dictadura jacobina en un terror temporal, justificables pese a todo por la necesidad de hacer frente a la agresión contrarrevolucionaria del extranjero.

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