Tenenti
– La edad moderna.
La
Reforma protestante y los conflictos europeos.
La
Reforma ha sido reducida sobre todo a un fenómeno de la
religiosidad, pero es aún más complejo que ello, integra todas las
demás actividades fundamentales, mentales y sociales. Se encontraba
estrechamente unido lo político, económico, social, religioso y
cultural. Los viajes de exploración, la ampliación marítima
europea, las colonizaciones del siglo XVI y la llegada de metales
preciosos desde América establecieron los nexos para tales
fenómenos.
Los
gobiernos y príncipes tuvieron un papel decisivo y muy notable en la
consolidación de la Reforma. No se podrá decir que la Reforma se
haya dado por una versión económica, social, ni que haya tenido que
ver con el espíritu capitalista, ni únicamente eclesiástica.
El
mundo de los negocios requería una financiación cada vez más ágil
de las inversiones y sobre todo del comercio a gran distancia,
entonces en expansión. La elite de los reformadores estuvo compuesta
por predicadores, teólogos, pedagogos, juristas, consejeros de
príncipes e incluso artistas. Participó en ella todo el Occidente
europeo en todo ámbito a diferencia de los movimientos telúricos,
sus seísmos siguieron trasmitiéndose a lo largo de un siglo de una
zona a otra hasta el siglo XVIII.
Los
pródromos (signos) de la Reforma. La cristiandad pensaba desde
el siglo XI en reformar la Iglesia y la idea germinó en cuanto el
funcionamiento de la Iglesia empezó a resultar decepcionante. Entre
los siglos XI y XIV se produjo un fenómeno: cuanto más peso había
ganado la Iglesia en la esfera política, cuanto más indiscutido era
su prestigio cultural y más aumentaban sus recursos temporales, una
parte del clero y también de los laicos se convencía de que había
degenerado y había dejado de cumplir sus principales cometidos. El
cristianismo propuesto por los reformadores lo hacían sostener más
genuino: hacían una idea distinta de la función de la Iglesia.
Durante los siglos chocaron una concepción más espiritual con otra
más temporal y política en el propio seno de la Iglesia. Las dos
tendencias se enfrentaron durante mucho tiempo, y a medida que
pasaban los años, grupos laicos iban acercándose a los clérigos
que defendían la Reforma. La Iglesia se arrogaba el monopolio de la
interpretación de las Escrituras, de la definición de las creencias
e incluso de la predicación. El culto estaba organizado de modo que
los sacerdotes fueran los intermediarios entre el hombre y Dios,
entre los fieles y Cristo, la Virgen o los Santos. La masa de los
creyentes aceptaba este planeamiento de la vida religiosa porque no
disponía de los medios intelectuales o morales para orientarse por
sí sola ni para oponerse a la función de los eclesiásticos.
Después de que la curia pontificia se estructurase en los siglos
XIII y XIV como un potente organismo burocrático y centralizados,
muchos intentaron aprovecharse de la crisis del papado producida con
el gran sisma de Occidente para limitar sus poderes. Encausó los
esfuerzos de quienes querían instaurar una forma de gobierno más
colegiada y menos autoritaria. Muy pronto algunos reaccionaron de
modo radical, desde la segunda mitad del siglo XIV John Wiclef había
sostenido que los príncipes tenían derecho a expropiar el clero y a
distribuir y administrar sus bienes en interés de la colectividad;
consideraba contrario a la ley divina el voto de castidad y
mendicidad. Lo que las personas religiosamente sensibles consideraban
relevante era la ruptura entre el incremento del sistema de prácticas
y devociones externas a que parecía reducirse al cristianismo y la
relativa despreocupación oficial por la adhesión interior y la
comunión espiritual con Dios.
Luteranismo
y Anabaptismo. Para Martín Lutero todo cristiano no podía ser
sino un pecador, digno de ser condenado sin apelación posible. Por
consiguiente los sacramentos perdían su importancia como canales de
distribución de la gracia divina: lo que contaba era una iluminación
interior por la que cada uno se aseguraba de que no le sería
imputada su propia miseria moral. Tuvo ayuda con la propaganda por
medio de la imprenta. Las prédicas de Lutero no se limitaron a los
problemas religiosos y las consecuencias derivadas de ello pudieron
aparecer como las novedades más interesantes. No revolucionó la
vida cultural del fiel, gran parte del servicio religioso siguió
desarrollándose como antes. Con ayuda de los príncipes no dudó en
construir una auténtica iglesia diferente de la de Roma, que hasta
entonces había reunido bajo su égida a todos los creyentes.
Primera
difusión de la Reforma. Lutero tuvo repercusiones en el ámbito
cultural convencido de que la Biblia era un texto accesible a
cualquiera que la leyese con los ojos de la fe, preparó una edición
alemana completa. Fue el primero de una larga lista de reformadores
que intentaron organizar iglesias autónomas que respondiesen a sus
doctrinas pero fueran obedientes al poder constituido. El primer país
externo al Imperio que adoptó el protestantismo fue Inglaterra donde
las instituciones eclesiásticas no gozaban de mucho prestigio y
habían sido vigorosamente atacadas. Entre 1547 y 1548 se sintió la
influencia luterana y entre 1549 y 1533 la calvinista, con una
sucesión de cambios eclesiásticos y litúrgicos. Los cinco años
siguientes a 1558 permitieron a Inglaterra volver a ser católica: el
Parlamento aceptó la reconciliación con Roma, aunque rechazó
restituir las tierras confiscadas a la Iglesia.
Erasmo,
Zuinglio y Calvino. La revolución luterana había provocado en
los países del norte de Europa repercusiones no sólo religiosas
sino también políticas y sociales, además de culturales. En su
obra de 1521 sobre el libre albedrío, Erasmo insistía en que no era
lícito poner en peligro la unidad de los creyentes por una cuestión:
él permanecía en el seno de la Iglesia romana. Lo contrario sucedió
con el sin embargo erasmiano Ulrico Zuinglio y sus partidarios; entre
1520 y 1525 impulsó a Zurich hacia el protestantismo. Zuinglio se
diferenciaba bastante tanto de Erasmo como de Lutero. Para este
último la fe en la misericordia divina no cambiaba sustancialmente
la naturaleza corrupta del hombre; mientras que para el suizo esa fe
lo liberaba de la necesidad de pecar y le permitía cumplir la
voluntad de Dios. Juan Calvino estaba convencido de que la salvación
era concedida a unos y negada a otros, al tiempo que Dios escogía a
los primeros por mediación de Cristo.
Los
heterodoxos. Hacia 1550 Europa se mostraba profundamente
desgarrada en los ámbitos político, cultural y religioso. La
Reforma supuso una herida interna que empezó a afectar a muchos
países europeos. A partir de 1530 un buen número de fieles no se
inclinaban ni por una religión ni por otra.
La
contrarreforma y las potencias protestantes: 1554 y 1604.
Tradicionalmente
se ha entendido por contrarreforma, el conjunto de medidas
eclesiásticas e iniciativas político-religiosa promovidas en gran
parte por la Iglesia de Roma, y por ella aprovechadas para hacer
frente a la propagación del protestantismo. Antes de desencadenarse
el movimiento luterano, la Iglesia católica ya había realizado
reformas y estaba reorganizándose. El desarrollo de su
espiritualidad y sobre todo sus iniciativas eclesiásticas no
estuvieron muy separadas de la adopción de posiciones políticas,
diplomáticas y militares además de culturales y sociales. Las
vicisitudes protestantes ejercieron una influencia decisiva sobre
tales formas de posición que en su conjunto merecen ser llamadas:
contrarreforma. Por ello no usamos la expresión contrarreforma en un
sentido estrictamente eclesiástico. Hasta principios del siglo XVI
católico equivalía a cristiano, o más exactamente designaba a la
parte de la cristiandad que se consideraba más auténtica en
oposición al variado conjunto de las iglesias ortodoxas orientales.
Cuando había razones económicas o políticas para oponerse a la
acción de la monarquía, las ideas de la Reforma servían de óptimo
pretexto para resistirse a su autoridad desde Francia hacia Escocia y
desde Inglaterra hasta Austria.
Reorganización
católica y concilio de Trento. Pese a todo ello la reforma
católica procedía muy lentamente, aún cuando cabe suponer que con
el tiempo su ritmo se habría acelerado un poco de no haberse
agigantado rápidamente la amenaza protestante. Era necesario
recuperar un largo período de despreocupación doctrinal durante el
cual el clero casi se había desinteresado de la enseñanza de las
verdades dogmáticas fundamentales. Pablo III fue el Papa que logró
organizar el ansiado concilio. El conjunto de las posiciones
doctrinales definidas o confirmadas fue verdaderamente notable y
también lo fue la masa de disposiciones prácticas adoptadas. Se
revaloró la función de la oración entendida como un vínculo con
Dios que no requería la intervención del sacerdote: de ahí la
elaboración de manuales para favorecer los impulsos de los fieles.
La figura clave de la Reforma católica resultó ser la del Obispo.
La
ofensiva calvinista: las guerras de religión en Francia.
Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la
salvación de las almas y su triunfo terreno el protestantismo se
mostraba igualmente activo. Muchas iniciativas de un campo tuvieron
su paralelo en el otro, desde la espiritualidad hasta la casuística,
desde los libros de oraciones hasta la instrucción. Finalmente París
se reveló como un auténtico bastión del catolicismo; a finales de
siglo aunque tenía cerca de 200.000 habitantes no había en la
capital más protestantes que en el gran núcleo hugonote de Nimes.
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