DID E - Rockwell: Los niños en los intersticios de la cotidianeidad escolar - ¿resistencia, apropiación o subversión?
DID E - Rockwell: Los niños en los intersticios de la cotidianeidad escolar - ¿resistencia, apropiación o subversión?
intersticios: ranuras, resquicios, cortes o incisiones.
cotidianeidad según Wolfgang Kaschuba
tiene dos opciones:
impuesta desde lo externo o una concatenación de decisiones humanas
El autor se sitúa en la segunda.
Un relato de juegos infantiles en los patios
escolares
relata una metáfora de Armitage.
arquitectura de las escuelas
primarias buscando lógica
a los patios de recreo.
juego de las escondidas del tubo negro
Si bien en los patios y los pasillos puede ser más evidente la constr u cción de las culturas
infantiles, un reto pendiente para la etnografía es estudiar cómo este
proceso ocurre también ahí donde los
adultos creen t en er e l control, dentro de las aulas. Es posible estudiar las formas en que los niños
ocupan los numerosos resquicios que se producen durante los tiempos y espacios dedicados a lo que la escuela
supone ser su cometido legítimo, la enseñanza.
Yo quisiera
argumentar, al contrario, que no es posible comprender este vínculo entre lo
que se enseña y lo que se aprende si no s e examina con cuidado lo que sucede
en los intersticios que encontramos
en el quehacer cotidiano en las aulas. Estos
acontecimientos también son constitutivos de la experiencia infantil de aprender
en la escuela.
Propongo examinar tres procesos articuladores -la resistencia, la apropiación y la subversión- para luego dar algunos ejemplos.
Resistencia
A
menudo atribuido a Paul Willlis, se aplicó en un conjunto de estudios que
mostraron los límites de la
"teoría de la reproducción", un argumento necesario en su momento.
Willis (1977) sostenía que algunos
"chavos" (lads) hijos de obreros, los más lúcidos, se resistían a creer el mito de la meritocracia,
mientras que otros seguían la lógica escolar bajo la ilusión de salir de su condición para ascender
socialmente. sabemos que el ascenso social relativo no depende de la escuela, sino de los vaivenes del mercado de
trabajo en una sociedad capitalista que excluye cada vez más a las grandes mayorías.
Para
Basil Bernstein (1981), los estudiantes de "clase baja" bien podían
mostrar una resistencia que ponía en
entredicho al modelo individual y competitivo del buen alumno, saboteando la pedagogía normativa con
relaciones de solidaridad o bien con posturas
agresivas hacia los docentes. Para él, este tipo de resistencia podría afectar los mecanismos de
control, pero no podría alterar las relaciones fundamentales de poder. El concepto
de resistencia manejado
por Fred Erickson
(1984), en cambio,
tendía a enfatizar
la capacidad que tenían los
alumnos a "negarse a aprender lo que los maestros les proponían", como forma de resistir
ante su autoridad. Al recalcar el hecho de resistir, Erickson logró mostrar que no era una falta de "competencia
cognitiva o comunicativa" lo que
explicaba el fracaso escolar, sino un juego micro-político que reproducía en el
salón las tensiones y los conflictos de la sociedad.
John
Ogbu - mecanismos de presión vinculados a las “razas” - afroamericanos Hace algunos años Douglas Foley
(1991) puso en entredicho el esquema de Ogbu,
considerado
por muchos como una explicación adecuada del fracaso masivo de los niños afro-americanos. Con su estudio sobre
estudiantes hispano-hablantes en Tejas, enfatizó más bien un juego de acciones estratégicas emprendidas por los
estudiantes, en respuesta a las
diversas exigencias y barreras de la escuela y la sociedad. Recientemente,
Signithia Fordham (2006), una
antropóloga afro-americana, calificó de errónea la explicación de Ogbu, argumentando que era como suponer que los primeros
negros en ocupar
los asientos reservados para blancos en los transportes
públicos estuvieran "actuando como blancos" al reclamar derechos que les pertenecían como ciudadanos. Señalaba que ésta era una forma más de "culpar a las víctimas
de su propio fracaso". Sugirió concentrarse en cambio en los sutiles mecanismos de poder mediante los cuales la
sociedad y las escuelas impedían
que los niños afro-americanos, entre otros, pudieran
aprender
Lo que más me ha preocupado de estas diversas
concepciones es que la resistencia, a pesar de su heroica connotación, termina por ser usada para
explicar el fracaso académico de los
niños excluidos. Retomando la metáfora de Fordham, se
pueden encontrar prácticas de
resistencia que equivalen al reclamar derechos fundamentales. Esta resistencia contra el fracaso es
bastante más frecuente de lo que se supone. Lo
encontramos cada vez que los niños se involucran realmente en la tarea
de encontrarle sentido a su
experiencia escolar cotidiana. Es ahí donde emerge gran parte de "la indignación moral y política".
La resistencia es una constante. Está latente y se manifiesta en momentos en que se abre un resquicio.
Treinta o más niños juntos
pueden ser (me consta) mucho
más fuertes que un adulto.
Apropiación
también ha tenido connotaciones negativas. Por ejemplo,
es posible concebir
la apropiación, con Michel Foucault (1976), en función de
la difusión de las ideologías enajenantes de los discursos autoritarios que se propagan
en las escuelas.
La escuela, nos recuerda, no es un lugar habitado permanentemente sino
un lugar de tránsito, de anudamiento temporal
de relaciones entre un conjunto, hasta cierto punto azaroso, de chicos y adultos que anteriormente no se conocían
todos entre sí. La permanencia
relativa se construye a contrapelo de la tendencia hacia la entropía del sistema
escolar. La escuela
resulta ser así un lugar "flojamente acoplado", lleno de grietas.
Durante el año escolar los maestros van y vienen; a finales de año se
ca1nbian de nivel, grupo o materia.
Durante las jornadas escolares, salen del aula a atender asuntos institucionales
o personales urgentes, dejando sin vigilancia al grupo. Al terminar la
jornada, se retiran de la escuela
cargando en sus manos la tarea de anotar en papel marcas que afectarán el destino de los niños. En la perspectiva de Nespor, incluso los
niños que coinciden con un mismo
maestro "no se encuentran en la misma aula". El tiempo y el espacio tienen una dimensión subjetiva que
los alumnos construyen a partir de los diversos itinerarios que los llevan a estar de diferentes maneras en el
mismo lugar y en el mismo momento.
En
las pequeñas escuelas rurales unitarias los niños pueden permanecer durante
varios años junto con los mismos compañeros
y adultos, pero también pueden retirarse por horas o meses por su propia voluntad, o por la
voluntad de los padres, para atender tareas más urgentes de la vida. La relación generalmente es muy distinta en
escuelas públicas urbanas, cercadas y cerradas, con grupos jerarquizados y progresivos, con una real obligatoriedad en la asistencia escolar; en ellas la única escapatoria es la imaginación o la eventual
deserción. También es muy
distinta en las "escuelas del mercado libre", donde los maestros
tienen que ceder ante las
exigencias de sus clientes, pues éstos incluso amenazan con cambiar a los hijos de escuela
si no les conceden lo esperado.
los niños encuentran oportunidades de ocupar por su cuenta determinados
lugares y tiempos. Se apropian pequeños
espacios disponibles en la escuela
y ocupan intervalos que se producen entre
momentos formales de la clase. Los momentos de espera abren claros donde se insinúan los niños, donde
establecen o reacomodan las redes de comunicación entre sí. Y vaya que se comunican
entre sí, aún en los salones más silenciosos.
La
verdad es que sigue siendo un enigma esta comunicación -más o menos verbal, más
o menos audible, a menudo
imperceptible- entre los niños o jóvenes en las aulas. En estos resquicios se juega la apropiación. Los
niños toman para sí lo que quieren, lo que les
interesa o conviene,
lo mezclan con lo que ellos traen de por sí y lo transforman para poder comprenderlo.
La comunicación en los tiempos
arrebatados a los ejercicios escolares
contribuye a formar otro espacio, el "tercer
espacio", en palabras de Homi Baba (1994: 37-38; ver Gutiérrez, Rymes y Larson, 1995), donde
se construyen prácticas culturales y sociedades alternativas, generalmente híbridas.
Subversión
Si la resistencia es la fuerza que siempre se opone a la fuerza
que se considera activa, y la apropiación es la toma de espacios y
tiempos no legítimamente asignados a los estudiantes,
¿cómo se distingue la subversión? ¿No será lo que ocurre cuando los niños colectivamente trastornan o alteran
el orden establecido, la normalidad escolar?
Los
niños colectivamente subvierten el orden, invierten la rutina de interrogación
y respuesta, alteran la máquina de
asignación de turnos, toman la palabra y de pronto se encuentran inmersos en una real conversación pública. Una
pequeña grieta cotidiana se convierte
en una gran fractura; hay riesgo incluso de un quiebre mayor, una falla en los acuerdos sedimentados. De pronto tiembla y
es posible vislumbrar el subsuelo del grupo escolar. Para el etnógrafo, estos son momentos
inolvidables, momentos de revelación de dinámicas profundas que no son
excepcionales, sino constantes en la interacción en el aula.
Michel de Certeau (1994), en uno de los textos más lúcidos de su amplia
producción, describió cómo los
jóvenes salieron a las calles a "tomar la palabra" en 1968. Su visión
de este momento histórico es muy
distinta a la de otros estudiosos, quienes vieron en el movimiento el fracaso
aparente de la socialización encargada
a las instituciones educativas de la sociedad.
Para de Certeau, fue más bien una señal de su éxito; reveló la
intensificación del acceso a la palabra,
la fuerza ejercida
por una generación frente a las verdades inscritas
por sus mayores.
La subversión es casi siempre
un proceso que teje y amarra los vínculos entre los niños o jóvenes reunidos, casi al azar, en una
escuela. Forma redes de potencial solidaridad que contrarrestan la tendencia escolar hacia la individuación del proceso educativo.
No
se trata, obviamente, de decir que toda relación entre los niños en las
escuelas es solidaria. Gran parte de sus acciones
reflejan las reglas competitivas y de las valoraciones discriminatorias enseñadas por la
sociedad, que a veces ellos aplican en exceso. En este sentido, sería posible valorar la subversión como un proceso
social profundamente educativo y constructivo y no únicamente como una oposición a un orden establecido.
Observando lo que ocurre en los intersticios en las aulas
intento
distinguir, en momentos claves dentro del continuo flujo cotidiano,
intervenciones y acciones de los
niños que apuntan hacia los procesos sociales subyacentes descritos anteriormente. yo he estudiado la "infancia". Se les ha estudiado sobre
todo como objeto
de acciones adultas,
rara vez como sujetos de su propia
historia.
El silencio como señal de resistencia
Ej: hierbas medicinales. Sugiero interpretar ese silencio como señal de
que las niñas se resisten a aceptar lo que implícitamente quiere el maestro
que confirmen. Esto es posible
por tratarse de un contenido que es accesible a su experiencia, pues en su pueblo
semi-rural
todavía existían prácticas
de medicina herbaria.
La última intervención del maestro apoya la interpretación. Él amplía su primera afirmación en evidente reconocimiento de la reticencia de las alumnas. El
maestro se ve obligado a aclarar: "todos tienen derecho a comprarla".
Tomando la palabra: entendiendo a los galos desde el Magreb
Los maestros
franceses generalmente trabajan
con tiempos muy controlados, en los que parecería
difícil que los alumnos pudieran intervenir fuera de la pauta esperada. No obstante,
ahí también encontré
fisuras.
¿Qué hay detrás
de las dudas expresadas en esta situación, que se salen totalmente de la lógica de la interacción establecida por
la maestra? Es importante recordar primero que se trata de un niño magrebí que intenta comprender la historia de
Francia, única que se enseña en la primaria.
En consecuencia, tiende a hacer asociaciones más allá de lo esperado
por la maestra. Lo importante es que
Farouk, señalado como "niño problema'', no se está "resistiendo a aprender"; su resistencia no puede
"explicar" su fracaso, aunque sus calificaciones probablemente no sean óptimas.
Más bien, se "resiste a fracasar'', por ello toma en serio
la lección que la maestra le
ha propuesto leer. En el fondo, se resiste a no comprender el mundo en el que le tocó crecer.
Subvirtiendo la clase: el dilema de los gemelos
Las interrupciones de la clase por personas
que llegan a la puerta
por distintos asuntos
son frecuentes, aun en París.
Los niños aprovechan uno de los intervalos para apoderarse de unos minutos y continuar con una conversación "real" que les interesa a ellos, más que a la maestra.
La analogía con el patio de juegos
Todo
ocurre de manera azarosa. No se trata de momentos en que los docentes organicen juegos o "promuevan la participación
en clase". Son momentos residuales en las rutinas básicas, resquicios que quedaron al margen de lo planeado. Los
niños aprovechan un descuido del maestro, una interrupción en la puerta,
así como un rincón olvidado
en el patio, para organizar
sus propias actividades.
Los niños resisten, incluso con silencios; se apropian tiempos
y turnos, y a veces
subvierten el orden dado.
Conclusión
En
los anteriores ejemplos, encontramos niños y niñas que participan en los
procesos de resistencia, apropiación y subversión. Sin embargo, en el sentido
estricto del aprendizaje y el razonamiento, sus acciones de resistencia o subversión no son acciones
auto-condenadoras (en el sentido manejado por algunos autores) que
impidan su apropiación de los saberes
escolares. Resisten justamente ciertas prácticas escolares que desalientan su aprendizaje más profundo, significativo, duradero, aun cuando
sus acciones pueden ser entendidas por los adultos
como disruptivas.
Sólo
si la escuela torna este tipo de acciones como indicios de rebeldía, pueden
servir de pretexto para canalizar a
los niños y jóvenes hacia el fracaso escolar y hacia destinos reservados para los excluidos de la sociedad. Es posible que los espacios
de reflexión que logran los niños en la primaria
no sean una constante en sus vidas escolares.
Las interacciones
cotidianas muestran, sin embargo, que los estudiantes que tornan la palabra no se convierten necesariamente en
cómplices de un proceso de reproducción a escala
social. La resistencia produce y reproduce el conocimiento cultural infantil,
con elementos inventados y apropiados de muchos contextos. El proceso mantiene
una relación bastante más complicada que la mera
complicidad con los procesos de reproducción de prácticas o ideas sociales dominantes (por ejemplo, clasisrno, sexismo, o racismo).
Resumen
compartido por Oriana. GRACIAS!
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