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HTA - LÉVI-STRAUSS: LAS TRES FUENTES DE LA REFLEXION ETNOLÓGICA


La etnología tiene por objeto de estudio al hombre. Se ocupa de sociedades que, si bien tan humanas como cualquier otra, difieren de las estudiadas por las humanidades clásicas u orientales, en que su mayor parte no conocen la escritura, y pocas poseen monumentos representativos de figuras animadas. La originalidad de la etnología es que, siendo una ciencia humana, no puede permitir que se la aísle de las ciencias naturales y sociales con las que varios de sus propios métodos mantienen tantas cosas en común. La etnología es una ciencia joven. Las preocupaciones etnológicas se remontan a una fecha reciente, y en su expresión moderna se sitúan en una encrucijada: nacen del encuentro de varias corrientes de pensamiento heterogéneas.
La más importante de dichas influencias está directamente relacionada con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Esto forzó el enfrentamiento de dos humanidades hermanas, pero extrañas en sus normas de vida material y espiritual. El hombre americano no había recibido la revelación de Cristo, pero ofrecía una imagen que evocaba reminiscencias de una edad dorada y de una vida primitiva que se presentaban en y fuera del pecado. La existencia del hombre americano no había sido prevista por nadie. Es en suelo americano donde el hombre empieza a plantearse el problema de si mismo, y a experimentarlo en su propia carne. América ha ocupado durante tanto tiempo un lugar privilegiado en los estudios antropológicos por haber colocado a la humanidad ante su primer gran caso de conciencia. Europa supo que existen otras formas de vida económica, otros regímenes políticos, otros usos morales y otras creencias religiosas. A partir de ahí, todo pudo ser puesto en entredicho. La antropología había llegado a ser práctica incluso antes de haber alcanzado el nivel de los estudios teóricos.
El segundo impulso que debían experimentar las preocupaciones etnológicas procede de la reacción política e ideológica que sigue a la Revolución Francesa y a las ruinas dejadas por las conquistas napoleónicas. En el inicio del siglo XIX la sociedad europea tradicional se encuentra en un estado de profunda desintegración y desorden. Ante esto, se pretende definir el destino del hombre más bien en función de un pasado transfigurado por la nostalgia de un orden antiguo, que por un provenir imposible de precisar. Este punto de vista, el de los principios del romanticismo, modifica y enriquece la indagación etnográfica. La modifica al hacer del primitivismo la búsqueda no de un punto de partida del progreso humano, sino de un periodo privilegiado en el que el hombre había disfrutado de virtudes hoy desparecidas. La enriquece introduciendo preocupaciones folklóricas. Al inicio del siglo XIX, el pesimismo social y el despertar de las nacionalidades orientan la investigación hacia un pasado lejano, circunscrito en el espacio y cargado de significación. Simultáneamente hubo una transformación importante. Era contradictorio concebir el curso de la historia como en decadencia cuando se evidenciaba el progreso técnico y científico. Para sostener la posición pesimista, era necesario emplazar la evolución humana en un terreno distinto. Con el crecimiento de sociedades y multiplicación de relaciones se deshace la integridad física de los grupos humanos.
Uno de los acontecimientos decisivos de la ciencia del siglo XIX es la teoría evolucionista de Darwin, que suministra una interpretación global de la historia biológica dentro de la cual los documentos relativos al hombre podían encontrar su lugar adecuado y recibir su plena significación. La concepción de una evolución gradual de las especies vivientes, operando a lo largo de inmensos periodos geológicos, sugiere pensar otro tanto sobre la historia e la especie humana. Los documentos osteológicos ahora se ven como testimonios de la lenta evolución, y al ver que el utillaje prehistórico se parece al utilizado en pueblos primitivos contemporáneos, se ve en ellos la imagen de los diferentes estados por los que la humanidad había discurrido. Los objetos de los salvajes, las descripciones de sus costumbres, etc. Se describen y clasifican para elaborar una visión coherente de las diferentes etapas.
La etnología, al igual que las ciencias naturales y según el ejemplo de estas, puede descubrir las relaciones constantes existentes entre los fenómenos. Esta revolución no significa una ruptura con el pasado, sino la integración, a nivel de síntesis científica, de todas las corrientes de pensamiento cuya actuación hemos revelado. El evolucionismo puede presentarse como teoría científica porque conserva la ambición de descubrir el punto de partida y el sentido de la evolución humana, así como de ordenar seriadamente las diferentes etapas. Igualmente ven que la humanidad no se transforma exclusivamente según el esquema de Darwin, sino que la etnología consta de transmisión de técnicas, difusión de inventos, fusión de creencias y costumbres. La etnología en la penúltima cuarta parte del siglo XIX se constituye en base a caracteres híbridos y equívocos, que hacen confluir en ella las aspiraciones de la ciencia, filosofía y de la historia.

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