HSG -SEWEL, William - LOS ARTESANOS, LOS OBREROS DE LAS FÁBRICAS Y LA FORMACIÓN DE LA CLASE FRANCESA, 1789-1848
AUTOR: SEWEL,
William
TEXTO: “LOS
ARTESANOS, LOS OBREROS DE LAS FÁBRICAS Y LA FORMACIÓN DE LA CLASE
FRANCESA, 1789-1848”
Aunque Francia no
experimentó una “Revolución Industrial” al estilo británico,
la sociedad francesa fue transformada por el capitalismo industrial
en el siglo XIX. La industrialización francesa produjo un gran
número de artesanos descontentos que fueron la base del movimiento
obrero más temprano, no sólo de Francia sino en todos los países
de más precoz desarrollo industrial.
- LA INDUSTRIALIZACIÓN FRANCESA
Las características
fundamentales de la industrialización francesa fueron las
siguientes: un comienzo gradual y temprano, un predominio continuado
de la producción artesanal, un crecimiento relativamente lento de la
industria en las fábricas y unos índices bajos de crecimiento
demográfico.
Francia nunca
experimentó un despegue entendido como un súbito impulso de la
producción que inicia el crecimiento industrial. La productividad
creciente que resultó de la mecanización y el uso de la energía de
vapor fue añadido a una base en expansión constituida por la
producción industrial artesana.
Gran parte del
crecimiento industrial del siglo XIX siguió centrándose en la
artesanía: los franceses siguieron dominando el mercado en cuanto a
ciertos artículos de lujo. En vez de competir directamente con los
productores de fábricas británicos, Francia seguía explotando su
ventaja comparativa en productos de alta calidad que requerían un
trabajo altamente especializado. Además de las industrias
artesanales que producían para el mercado internacional, las
industrias artesanales proveedoras de la población nacional
siguieron prosperando. Como en todos los demás países durante la
primera mitad del siglo XIX, la industria de las fábricas era de
alcance bastante limitado y la vivienda, la ropa, los alimentos y la
mayoría de los bienes de consumo seguían produciéndose a mano.
Análisis históricos
sugirieron un “estancamiento de la economía francesa en
comparación con Gran Bretaña”. Sin embargo, Sewell sostiene que
solamente fue diferente y una de las razones era en la forma
del bajo índice de crecimiento demográfico de la población
francesa; causada por los índices de crecimiento demográfico
moderado en comparación con el de Gran Bretaña que aumento el
triple. Gracias a lo anterior, fue posible en Francia mantener
índices de crecimiento impresionantes en la renta per cápita sin el
extraordinario desarrollo de la industria de fábricas que ocurrió
en Gran Bretaña. En Francia una proporción mucho mayor de la
población se componía de campesinos que sólo participan
parcialmente en los intercambios monetarios y el territorio nacional
quedaba dividido en varios mercados regionales parcialmente
integrados, tanto para los artículos como para el trabajo. Estas
circunstancias limitaron las posibilidades de la producción de las
fábricas en Francia e hicieron que fuera racional desde el punto de
vista económico la inversión de gran parte del capital nacional en
agricultura e industria artesanal.
Este modelo de
industrialización tuvo dos importantes consecuencias para la
formación de la clase obrera francesa. La primera fue una
continuidad relativa en la experiencia urbana de los obreros. Debido
a los bajos índices globales del aumento de la población, las
ciudades francesas crecieron mucho menos rápidamente durante las
primeras etapas de la industrialización que las ciudades británicas,
alemanas o americanas.
Las ciudades
británicas también eran notablemente diferentes de las ciudades
francesas en cuanto a su modo de vida.
La mayoría de las
grandes ciudades del siglo XIX británico era esencialmente productos
de la Revolución Industrial y la industria en fábricas y sus
características urbanísticas y culturales reflejaban este hecho. En
Francia casi todas las ciudades importantes tenían una larga y
orgullosa tradición urbana y la mayoría crecían gradualmente, de
tal modo que retuvieron gran parte de su forma tradicional espacial y
cultural a lo largo del siglo XIX. Excepto en algunos casos
importantes, la segregación de clase y la separación radical entre
hogar y trabajo producida en las nuevas ciudades industriales de Gran
Bretaña era mucho menos pronunciadas en las ciudades francesas. La
segunda consecuencia importante del modelo francés de
industrialización en la formación de las clases en Francia fue que
los artesanos, y no los trabajadores de las fábricas siguieron
siendo durante mucho tiempo, la gran mayoría de los trabajadores
industriales franceses. Incluso en 1879, la población industrial
empleada en la industria a pequeña escala era e doble que la
empleada en la industria a gran escala.
- LOS ARTESANOS, LOS OBREROS DE LA INDUSTRIA TEXTIL Y LA DINÁMICA DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL
El capitalismo
empezó a transformar la artesanía mucho antes de la introducción
de las innovaciones tecnológicas inglesas a finales del siglo XVIII
y principios del XIX. Las primeras artesanías que sintieron sus
efectos fueron las textiles de la lana y el lino. En los siglos XVI y
XVII los comerciantes capitalistas que dominaban la industria textil
empezaron a instalar máquinas de hilar y tejer en las familias
rurales que trabajaban en sus propias casas y que normalmente
combinaban estas actividades industriales con el cultivo de una
minúscula parcela. Los tejedores rurales, no sólo aceptaban
salarios más bajos que los tejedores de los gremios urbanos (al ser
agricultores a media jornada podían permitirse trabajar por menos
dinero), sino que además estaban dispuestos a fabricar los tejidos
más ligeros, de calidad más baja y más baratos, los cuales
constituían el principal sector del crecimiento de la industria
textil.
La industria textil
putting-out – en la cual la fabricación era rural y
doméstica, pero la coordinación y control estaban a manos de
capitalistas urbanos que operaban en un mercado interregional o
internacional – era el sector más avanzado de la economía
capitalista en los siglos XVII y XVIII. La introducción de las
fábricas de hilar y tejer en la primera mitad del siglo XIX no
supuso el comienzo del capitalismo industrial en Francia, sino más
bien la llegada de una nueva etapa en la explotación de una
industria que ya había sido capitalista durante al menos dos siglos.
Fue a partir de la
supresión de los gremios en la Revolución Francesa y la acelerada
expansión de los mercados nacional y mundial en la primera mitad del
siglo XIX cuando el capitalismo industrial empezó a tener efectos
profundos sobre un amplio espectro de industrias artesanales. Los
sistemas de producción fueron reorganizados para poder producir una
mayor cantidad de productos estándar, normalmente a más bajo coste
por una mano de obra menos cualificada, y de ese modo aprovechar las
oportunidades de un mercado en expansión. Investigaciones más
recientes han revelado la existencia del gran número de nuevas
prácticas de explotación que transformaron muchas industrias
artesanales sin la introducción de maquinaria nueva. Los
propietarios reorganizaron totalmente los modelos de producción
existentes, aumentando la división del trabajo, introduciendo varios
esquemas de subcontratación, diluyendo las especialidades de los
obreros o confiando alguna fase de la fabricación a mujeres o niños
que trabajaban en sus propias habitaciones o desvanes. Estas
prácticas no sólo bajaron las ganancias y redujeron la autonomía
de los trabajadores en la rama reorganizada de la industria, sino que
también redujeron los salarios de los trabajadores que permanecieron
en la rama tradicional. La explotación, tal como lo prueban estudios
recientes, pudo ser tan intensa en las industrias artesanales como en
las fábricas en la primera mitad del siglo XIX.
Este hallazgo es muy
significativo, ayuda a explicar por qué los índices de
participación de los artesanos en los movimientos de protesta eran
tan altos como los de los trabajadores de las fábricas, pero no
explica por qué estos índices eran mucho más altos. Un punto de
partida útil es la interpretación marxista clásica del desarrollo
de la conciencia de clase entre los obreros de las fábricas. El
problema de su explicación es su excesivo materialismo literal. Marx
asumió que una conciencia de sus intereses comunes dependía de la
mera proximidad física de los obreros, de sus interconexiones
visibles y palpables entre las cuatro paredes de la fábrica. Cuando
en realidad, el que los obreros se apiñaran en las fábricas no
conlleva automáticamente el reconocimiento de unos intereses comunes
y el sentimiento de solidaridad, ni tampoco el hecho de que los
obreros trabajen en talleres diseminados inhibe necesariamente dicho
reconocimiento; todo depende de cómo comprendan su trabajo y el de
sus relaciones entre sí. Pero si Marx se equivocaba al pensar que la
disposición física del trabajo sería el factor crucial que
llevaría a los obreros a comprender que su labor era social, sin
duda tenía razón al señalar que cierta comprensión de este hecho
era una condición necesaria para la acción y la conciencia
colectivas.
La diferencia
crucial entre los trabajadores artesanos y los trabajadores de las
fabricas residía en el modo en que comprendían su trabajo; la
tendencia de los artesanos a la acción por la conciencia de clase
era en gran medida la consecuencia de una comprensión social de su
trabajo que deriva del sistema corporativo o gremial de las ciudades
medievales y del principio de la Edad Moderna. En cambio la relativa
inactividad de los obreros de las fabricas –por lo menos los
obreros en la fábricas textiles- surgió de un concepto menos
social, más individualizado de las relaciones de producción. Estos
diferentes conceptos del trabajo nacieron de las historias distintas
del capitalismo en la industria textil y en la artesanía urbana.
La conciencia de
clase surgió en Francia como una transformación del concepto
corporativo del trabajo de los artesanos bajo el impacto doble del
desarrollo capitalista y política revolucionaria. Para descubrir
cómo los artesanos tomaron conciencia de su pertenencia a la clase
obrera, se debe examinar su herencia cultural e institucional
corporativa y determinar cómo esta herencia se transformó en un
movimiento obrero de conciencia de clase durante las transformaciones
políticas del siglo XIX.
- EL CONCEPTO CORPORATIVO DEL TRABAJO
Los artesanos
urbanos del Antiguo Régimen consideraban que su labor era social,
tanto en el sentido de que era y debía ser formada por los
reglamentos colectivos como en el sentido de que los hombres que
trabajaban en el mismo oficio formaban una comunidad moral solidaria.
Este concepto del trabajo como algo social no estaba, sin embargo,
dotado de una conciencia de clase. En primer lugar, incluía tanto a
los trabajadores asalariados como a los maestros en una única
–aunque a menudo cuestionada- comunidad industrial. En segundo
lugar, no extendía los reglamentos o sentimientos comunitarios más
allá de los límites del oficio.
El sentido de que
todos los trabajadores asalariados eran hermanos, miembros de una
sola clase solidaria, estaba totalmente ausente de los oficios
artesanales del Antiguo Régimen. Tuvo que llegar la nueva sociedad
creada por la Revolución Francesa para que surgiera la conciencia de
clase.
La Revolución
Francesa causó una transformación de gran alcance en el orden
social. En términos de teoría política Francia fue transformada:
de ser una sociedad compuesta por órganos corporativos privilegiados
unidos por su subordinación común a la corona, a ser na colección
de ciudadanos individuales, unidos por un contrato social basado en
sus derechos naturales y que garantizaba su igualdad ante la ley. El
Régimen de reglamentación corporativa fue sustituido por un régimen
de “libertad industrial”. Al mismo tiempo, la propiedad privada
fue elevada a la categoría de “derecho natural, inalienable y
derecho sagrado” por la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano.
Estos cambios no
transformaron inmediatamente a los maestros artesanos. Más probable
resulta que continuaran actuando como antes de la Revolución,
siguiendo las prácticas habituales del oficio y basando sus
decisiones en lo que consideraban bueno para el oficio y para su
interés propio.
En consecuencia,
aunque la mayoría de los maestros en el sector artesanal siguieron
actuando de manera tradicional, fue imposible evitar que una minoría
más agresiva introdujera innovaciones que recortaban los costes e
intensificaban la explotación del trabajador. Esto tuvo dos
consecuencias importantes. Primero, tendió a reducir salarios y a
causar condiciones de trabajo deterioradas, incluso entre los
empleados de maestros que no habían innovado nada. En segundo lugar,
dentro del oficio, causó una heterogeneidad creciente de las
condiciones de trabajo, de los salarios, de la calidad y precio del
producto y de las relaciones patrón-empleado.
No es sorprendente,
pues, que estos cambios en los oficios artesanales dieran lugar
rápidamente a intentos de volver a unir a la comunidad artesanal y
restaurar alguna medida de control corporativa sobre el proceso
productivo. Sin embargo, a finales de la década de 1820,
prácticamente todos los oficios cualificados de las mayores
ciudades francesas tenían algún tipo de organización corporativa
de trabajadores que resistía activamente frente a la explotación.
El movimiento
corporativo de los trabajadores de la Restauración difería en
importantes aspectos del sistema corporativo del Antiguo Régimen.
Estaba dominado por los trabajadores en vez de los obreros y estaba
en oposición más que en armonía con la ley y los principios
aplicados por la autoridad pública. El movimiento conservó las
formas, el lenguaje y la visión de las corporaciones de obreros
especializados con tan sólo unos cambios menores. Solamente cuando
el estilo de los movimientos de los trabajadores se extendió y
adopto las forma, el lenguaje y la visión de la Revolución
Francesa, empezó el movimiento corporativo de los trabajadores a
tener conciencia de clase.
- EL DISCURSO POLÍTICO REVOLUCIONARIO Y EL NACIMIENTO DE LA CONCIENCIA DE CLASE
La transformación
de la estructura institucional de la sociedad provocada por la
Revolución Francesa fue acompañada por el desarrollo de un nuevo
lenguaje o discurso político que estableció los términos en que
todo tipo de protestas públicas podrían expresarse: un lenguaje de
ciudadanos individuales, derechos naturales, soberanía popular y
contrato social.
La Restauración de
1814 cambió radicalmente el discurso político. Luis XVIII se
proclamó monarca por derecho divino en vez de por la voluntad de la
nación, pero prudentemente decretó una constitución –una
“Carta”, como él la llamó- que incluía un amplio abanico de
garantías “liberales” y establecía una forma representativa de
gobierno. En 1830, cuando Carlos X, intentó suprimir las libertades
garantizadas en la Carta, el resulto fue una insurrección popular y
el establecimiento de una monarquía orleanista más liberal. Fue en
las luchas sociales y políticas tras la revolución de julio de 1830
cuando los artesanos de París, Lyon y otras ciudades francesas
transformaron su concepto corporativo del trabajo en conciencia de
clase.
Así, los
trabajadores adoptaron, pero también modificaron y elaboraron, el
lenguaje liberal de la Revolución Francesa. La conciencia de clase,
en otras palabras, fue una versión transformada del discurso
liberal.
Una minoría culta
de trabajadores se apropió rápidamente del lenguaje revolucionario,
modificado para subrayar el nivel moral y político de los
trabajadores. Los trabajadores, al comienzo de la década de 1830,
dieron un paso más y declararon que el trabajo manual por sí mismo
mantenía a toda la sociedad. De ahí se deducía que los
trabajadores, ya que hacían todo el trabajo útil, eran en realidad
el pueblo soberano. Los burgueses eran “nuevos aristócratas”
disfrazados que empleaban su “privilegio” de la propiedad para
mantener a los trabajadores en “servidumbre” o “esclavos”
industriales. Esto transformaba el gobierno constitucional burgués
badado en un privilegio de la propiedad en una tiranía “feudal”
opresiva y justificaba los esfuerzos de los trabajadores por
conquistar su “emancipación”, incluso por medio de la
revolución, si era necesario.
El gran problema
planteado, el según el discruso revolucionario, era que la sociedad
estaba compuesta por ciudadanos indivudales libres, no por órganos
corporativos suprapersonales, y los intentos de imponer
reglamentaciones colectivas a una industria parecía así una
violación de la libertad del individuo. Los trabajadores
solucionaron este problema durante 1831, ’32 y ’83 elaborando la
idea de “asociación” si era necesario, que llegó a ser el
principal eslogan del movimiento obrero de esos años. Una de las
medidas fue rebautizar sus organizaciones corporativas con nombres
que designaban un tipo de sociedad y las transformaron en
asociaciones democráticas voluntarias basadas en el humanitarismo
seglar en vez de las corporaciones exclusivas cuya solidaridad se
basaba en el lenguaje religioso del Antiguo Régimen. De este modo,
sus demandas de una regulación colectiva se hacían compatibles con
el discurso revolucionario.
La idea de
asociación también se desarrolló en otra dirección distinta: fue
el principio de la década del 1830 cuando los trabajadores y
socialistas desarrollaron la idea de las asociaciones de productores
o las cooperativas de productores. El concepto básico suponía que
los trabajadores establecieran talleres “asociativos” en los que
serían copropietarios de los medios de producción. La noción de
asociaciones de productores se basaba en la ambigüedad del discurso
liberal. Por medios puramente pacíficos u legales, los trabajadores
podrían aspirar a suplantar la propiedad privada por la propiedad
asociativa algún día, transformando así toda la sociedad.
La innovación final
de estos años fue la extensión del lenguaje de la asociación para
abarcar no sólo a los trabajadores de un oficio dado, sino a
trabajadores de todos los oficios. Fue bajo la forma de “asociación
de todos los oficios” como apareció por primera vez en Francia una
clase obrera solidaria y unida. En otras palabras, como segundo
significado de asociación –cooperativas de trabajadores- fue
absorbido y subordinado al primero –asociaciones corporativas
establecidas para imponer un control colectivo sobre el oficio.
Con el entusiasmo de
un movimiento huelguista animado por las asociaciones, súbitamente
muchos trabajadores comprendieron que el espíritu de asociación
debería abarcar a todos los trabajadores y que esto podría
realizarse asociando sus sociedades de un único oficio en una gran
“asociación de todos los oficios”.
La crisis de 1833
supuso no solo la creación de un nuevo y poderoso sentido de
conciencia de clase entre artesanos que trabajaban en diferentes
oficios, sino también los primeros pasos hacia una alianza política
entre el republicanismo radical y el socialismo.
Una vez llevadas a
cabo todas las huelgas, el gobierno contraatacó con enorme fuerza.
En la primavera de 1834, promulgó una nueva ley que restringía
gravemente el derecho de asociación, ilegalizando la Sociedad de los
Derechos del Hombre y la mayor parte de las organizaciones que los
trabajadores habían construido.
Como demostraría la
revolución de 1848, el socialismo había ganado gran número de
seguidores entre la clase obrera a finales de la década 1840. En
parte se trataba de obreros que se convertían en militantes de una u
otra de las escuelas socialistas. Pero por muy importantes que fueran
las escuelas socialistas en el desarrollo y difusión de las ideas
socialistas, nunca podrían haber hecho el socialismo el movimiento
de masas que a ser en 1848. Las escuelas socialistas tenían dos
debilidades cruciales. En primer lugar, eran sectarias y dogmáticas,
más preocupadas por ser teóricamente correctas que por atraer a una
audiencia amplia. En segundo lugar, rechazaban la acción política
como medio para construir el socialismo.
La creación de un
socialismo explícitamente republicano se asocia sobre todo con el
nombre de Luis Blanc, también llamado Blanqui por los insurrectos.
El socialismo republicano se basaba en dos ideas esenciales. Primero,
el socialismo era una conclusión necesaria de la Revolución
Francesa. Las libertades legales y políticas ganadas en la primera
Revolución Francesa debían ser en ese momento completadas por
reformas sociales y económicas que liberaran a los trabajadores de
la tiranía de la riqueza y del egoísmo y establecieran una libertad
y una igualdad que además de formales fueran reales. Y en segundo,
esto no podría conseguirse sin una revolución política y el
establecimiento de una forma de gobierno democrática y republicana.
En 1848 no había una alternativa radical no socialista que quisiera
también atraerse la lealtad política de los obreros: cualquier
republicano burgués que quisiera conseguir adeptos de la clase
obrera no tenía más remedio que adoptar un programa socialista.
Las asociaciones
corporativas de trabajadores de 1848 eran pequeñas republicas,
constituidas prácticamente en todas las industrias de la capital,
basadas en el sufragio universal del oficio, dirigidas por
representantes y delegados elegidos y reguladas por constituciones
escritas, que a menudo iban precedidas por unas declaraciones de
derechos en miniatura.
Sus fines eran al
mismo tiempo económicos, sociales y políticos. En lo económico,
las asociaciones de trabajadores aseguraban el control de todos los
aspectos de la producción y el intercambio. Los trabajadores
negociaban convenios con los maestros que fijaban salarios, horarios
y condiciones de trabajo uniformes para toda la industria. Estos
convenios frecuentemente eran firmados en ceremonias solemnes ante la
Comisión de Luxemburgo. Los convenios con los maestros restablecían
una regulación práctica colectiva de los oficios a corto plazo; al
mismo tiempo, los trabajadores ponían en marcha esquemas para la
producción asociada que estaban destinadas a resolver los problemas
permanentemente transformando la propiedad privada en propiedad
asociada. En el ámbito social, las asociaciones de trabajadores
ampliaron las provisiones usuales de ayuda mutua para los enfermos y
heridos, para las viudas y huérfanos, para los trabajadores en
huelga y para los funerales. En 1848 las asociaciones de
trabajadores llegaron a ser actores políticos. Las asociaciones de
trabajadores estaban destinadas a ser las unidades constituyentes de
una nueva “república democrática y social” basada de la
soberanía del trabajo.
El movimiento obrero
de la primavera de 1848, que a su vez se basaba en los avances
organizativos y conceptuales de principios de los años ’30,
estableció la pauta para el movimiento francés obrero y socialista
durante y más allá de la Comuna.
- LOS TRABAJADORES DE LAS FÁBRICAS
El carácter
sumamente diferente de sus paros demuestra que los artesanos y los
operarios de las fábricas textiles vivían en mundos distintos en
las décadas de 1830 y 1840. Hubo que esperar al último cuarto del
siglo XIX para que se fusionaran genuinamente en un movimiento
laboral común.
Más que una masa
explotada y disgregada, cuyos vínculos primordiales con la familia y
la comunidad fueron disueltos en la fábrica y que fueron así
preparados para la lección de solidaridad inscrita en las
condiciones materiales de la vida en las fábricas, los trabajadores
de las primer fábricas textiles siguieron viviendo de su trabajo
como unidades familiares independientes implicadas en una red de
relaciones comerciales.
Descendientes de tejedores e hiladores semicampesinos, alejados de la
influencia de los valores corporativos y las formas organizativas que
impregnaban a los oficios especializados urbanos, no compartían con
los artesanos su sentido del oficio y del trabajo profundamente
social y corporativo como centro de la comunidad moral. Por tanto,
entendían solo a medias el mensaje de los artesanos respecto a la
asociación y la fraternidad de todos los trabajadores. Aunque los
artesanos consideraban que su mensaje era válido universalmente, el
estilo corporativo que lo impregnaba significaba que en realidad
atraía principalmente a otros artesanos. Fue al llegar el segundo
gran estallido de agitación y organización socialista, en las
décadas que siguieron a la Comuna, cuando los trabajadores de las
fábricas y artesanos se integraron en un movimiento laboral común
dotado de una conciencia de clase.

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